La Virgen de las Nieves
Olivenza cuenta con la Ermita de la Virgen de las Nieves, situada en un pequeño cerro a unos cinco kilómetros de la población en la dirección que marca la carretera de Alconchel. La festividad de la Virgen de las Nieves se celebra todos los años el día 5 de agosto y muchos turistas se han interrogado cómo hay allí una Virgen con ese nombre siendo Extremadura una tierra de nieves infrecuentes. La respuesta se pudo obtener gracias a Joaquín, el protagonista de esta historia, que pudo contarla para que quedara claro el testimonio de lo que allí aconteció:
Joaquín era un niño de tez morena, cabello rubio, ojos pequeños pero muy vivos y delgado. No tenía aun siete años y se caracterizaba por ser un niño travieso. Su juego favorito era el escondite.
Él, hijo único de Vicenta y Juan, a pesar de ser un niño inquieto, era obediente y también muy sensible. Los tres, siendo una familia humilde, vivían en el pueblo en una casa pequeña pero limpia y ordenada.
Una tarde de febrero Vicenta y Juan salieron con la compañía de Joaquín a coger espárragos, tradición y costumbre que tenían sus antecesores desde tiempos inmemoriales.
A pesar de los rayos de sol, había un aire desagradable que enfriaba sus cuerpos. Por ello Joaquín llevaba un chaleco rojo y unos pantalones de pana y Vicenta llevaba un pañuelo en la cabeza.
El niño iba pasos por delante de los padres, dando saltitos. Cuando divisó las matas esparragueras que había alrededor del sendero, se entretuvo a jugar con ellas sin darse cuenta de que, en una parte del sendero antes de llegar a una cuesta, sus padres giraron por un camino a la derecha y cada vez estaba más lejos de sus padres.
Vicenta se dio cuenta de que su hijo no estaba con ellos y empezó a llamar a Joaquín. Gritaba cada vez más alto y a su llantina se unió la de Juan, ambos desesperados por encontrar a su hijo. Se encontraban angustiados y no dejaron de buscar campo adentro preguntándose dónde podía estar su pequeño. Sus voces repitiendo “Joaquín” constantemente era lo único que se escuchaba allí, además de su propio eco y el viento que aumentó su velocidad mientras la niebla comenzó a tomar protagonismo a la caída del sol.
Por su parte, Joaquín se había dado cuenta de que estaba realmente solo en ese inmenso campo y comenzó a llorar en silencio mientras soltaba el manojo de espárragos que había logrado coger. La indecisión de no saber hacia dónde ir y el no saber volver a casa, hizo que se sentara en una pequeña roca que había allí cerca, al lado de un cerro poco prominente.
No había pasado mucho tiempo cuando el niño se dio cuenta de un cambio atmosférico. Ya no había viento y una luz que cada vez era más intensa, invadió un punto en lo alto del cerro. Joaquín no entendía nada, por lo que abrió sus ojos y comenzó a escuchar una música celestial y, a pocos pasos de él y entre la luz ya cegadora, apareció una Señora vestida de blanco con un manto azul. Joaquín se quedó atónito, por lo que no podía ni pestañear y abrió la boca con cara de sorpresa mientras oyó que le decía:
– Soy tu madre del cielo.
La voz y las palabras invadieron a Joaquín de ternura y sensibilidad y por ello inmediatamente se arrodilló ante ella. De nuevo la Señora volvió a hablar, esta vez para decirle:
-Ven.
Ante aquella petición y como un sonámbulo, Joaquín se levantó lentamente, atraído por la voz y la figura de la Señora y comenzó a andar hacia ella. Cuando llegó a su lado, la Señora lo protegió con su manto azul mientras lo abrazaba. El niño, que se quedó sin palabras, sentía un gozo infinito y un calor de nido le recorría todo el cuerpo. Su imaginación infantil, le hizo pensar que estaba en el lecho de plumas de Dª Julia, su maestra de escuela y llegó a pensar con alegría si no estaría ya en el cielo.
Bajo el temor de hacer desaparecer la visión, el niño estaba totalmente inmóvil y comenzó a ver como caían espesos y abundantes copos de nieve. Lo más extraordinario de todo es que a él no le tocaban porque tenía la sensación como si alrededor de su cuerpo hubiera un fuego que los derretía, por lo que Joaquín no sentía nada de frío y el calor que emanaba la figura de la Señora, le hizo dormirse profundamente.
Sus padres, Juan y Vicenta, habían sido acogidos en una huerta de los alrededores por las inclemencias del tiempo. Ya en el amanecer, con las primeras luces del nuevo día, salieron a buscarlo, pero ya no tenían ni fuerzas para gritar su nombre. Con pasos cansados, llegaron a un sitio desde donde se divisaba el cerro en donde el niño había sido testigo de la aparición. Juan logró ver una mancha roja que destacaba de los campos y dijo:
– ¡Es él, es su chaleco rojo! ¡Es Joaquín!
El tono de su voz ya era otro, como de haber resucitado. Ambos fueron corriendo al lugar y encontraron a Joaquín dormido con la cabeza apoyada entre los brazos y su semblante era tan sereno que parecía un ángel. Éste despertó ante la emoción de sus padres por haberlo encontrado y le hicieron miles de preguntas, pero el niño sólo sabía decirles:
– Vi una Señora que me tapó con su manto y me dormí. No tuve frío, de verdad, no tuve frío.
La madre lo cogió en sus brazos, creyendo que estaba delirando y dijo:
– Mira que caliente está. Juan ¿tendrá fiebre? Habrá estado soñando.
El padre lo llevó encima de sus hombros y comenzaron el camino de vuelta al pueblo. De vez en cuando el niño volvía la mirada hacia el cerro de la aparición.
Cuando llegaron al pueblo, las campanas repicaban por la misa que iba a celebrarse. El pueblo estaba sobrecogido porque la estatua de la Virgen no se encontraba en el altar de la iglesia de San Francisco. Nadie sabía cómo había sucedido, pero la desaparición fue confirmada por el párroco.
Fue al día siguiente cuando una aldeana que venía al pueblo una vez a la semana para hacer la compra, se encontró la estatua de la Virgen desaparecida justamente en el sitio donde Joaquín había sido encontrado y recogido por sus padres.
La leyenda de la Virgen de las Nieves, al igual que otras de una índole parecida, representa la protección de la Virgen hacia todo el pueblo devoto, a sus hijos creyentes.
Junto a su manto protector, esta leyenda también aporta la justificación de la existencia de un santuario-ermita y la extensión de un culto devocional a la imagen de la Virgen.
Además, la Virgen de las Nieves se encuentra dentro de ese grupo categorizado como “damas blancas”, siendo considerada como un símbolo religioso de algunas poblaciones extremeñas y como un ser relacionado con la pureza.
Fuentes:
- La Virgen de las Nieves de Olivenza. Leyendas de Extremadura, 2018 http://www.leyendasextremadura.es
- La Virgen de las Nieves. Museo de Olivenza https://museodeolivenza.com
- Martos Núñez, Eloy (1995). Álbum de cuentos y leyendas tradicionas de Extremadura (Volumen I); Págs. 213-215 https://issuu.com
- Álvaro Rubio, Joaquín; Pérez Guedejo, José Joaquín (1999). Leyendas, milagros y tradiciones de la Comarca de Olivenza; Pags. 39- 45.
- López Rodríguez, Pedro Manuel. Introducción a la Mitología Extremeña. Un estado de la cuestión; Pág. 282
- Fotografía de portada: https://www.facebook.com
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