Category: 01.6. Gastronomía e indumentaria

Cachuela Ibérica

 

La cachuela ibérica en uno de los productos procedentes del cerdo más populares de Extremadura. Resulta un alimento muy socorrido, sobre todo en los desayunos de la provincia de Badajoz.

 

Ingredientes:

– Manteca de cerdo

– Hígado de cerdo

– Ajos laminados

– 4 cucharadas soperas Pimentón de la Vera

– 1 hoja de laurel

– 4 Clavos

– 1 cdta. Nuez moscada

– 1 cdta. Pimienta negra

– 1 cdta. Comino

 

Elaboración:

En primer lugar, se echa la manteca de hígado de cerdo en una olla y esperamos hasta que se derrita poco a poco. Para ello, no hay que poner el fuego muy fuerte ya que esta puede quemarse.

Una vez derretida, se echan los dientes de ajo laminados y cuando se doren, se incorporan a la olla el hígado de cerdo, la hoja de laurel, los 3 clavos, la nuez moscada, la pimienta negra y el comino.

Empezamos a remover para que se integren todos los sabores y dejamos que se cocine durante 10 minutos. Una vez transcurrido ese tiempo, se retiran las láminas de ajo y el hígado y reservamos. El laurel lo tiramos.

Pasamos los hígados y los ajos a una batidora y se le echa varias cucharadas de la manteca cocinada, para conseguir la consistencia deseada.

Cuando la manteca de cerdo está más templada, se le echa el pimentón de la vera porque si se echa cuando está caliente, se quema. Para finalizar, los higaditos batidos se echarán en la mezcla de la manteca con el pimentón y se remueve bien.

 

Fuente:

Bollos podre

Otro alimento típico de Olivenza es el Bollo Podre, un producto de receta portuguesa, bolo podre, e incorporado en la gastronomía de la localidad rayana. Es uno de los dulces más vendidos en la pastelería Casa Fuentes que, desde hace un tiempo, le han dado un aspecto más novedoso, dándole apariencia de magdalena.

Ingredientes:

– Huevos

– Manteca de cerdo

– Almendra molida

– Harina

– Cáscara de limón

– Canela en polvo

– Azúcar

– Miel

– Aceite

Elaboración:

Por un lado, se prepara un cuartillo de miel en un recipiente de vidrio y, por otro lado, un cuarterón de azúcar. Después, se añadirán las yemas de doce huevos con la miel y se baten, al igual que se batirán sin detenimiento en ningún momento las claras incorporadas al azúcar.

Cuando las yemas se han integrado con la miel, se le incorporan también un cuarterón de la almendra molida, la cáscara rallada de un limón y dos cuartos de canela en polvo. Después se le echa un cuartillo de aceite, tres cuarterones de harina y, por último, la mezcla batida de las claras y el azúcar. Se remueve para que todo quede bien mezclado.

Se prepara el molde donde se va a hornear el bollo. Para ello, se unta con manteca de cerdo y se echa la masa, que se tapará con un papel. Inmediatamente, se mete en el horno a una temperatura normal ya que, si está muy caliente, se quemará por fuera y por dentro quedará crudo. Para comprobar cuándo está listo, hay que introducirle un palillo o una aguja y si no sale mojado de la mezcla, ya se puede sacar.

Para consumir, es preferible dejar enfriar.

Versión original de Bolo podre. Fotografía de la página web Cinco Quartos de Laranja.

 

Fuentes:

Técula Mécula

La Técula Mécula es el dulce típico de Olivenza y su historia es muy peculiar.

Los fundadores de Casa Fuentes, antes de tener la pastelería, tenían una posada en donde cada día recibían huéspedes. Un día, uno de ellos no podía pagar económicamente su factura, por lo que lo único que pudo ofrecerle fue un viejo baúl donde había libros y un recetario, en el cual se encontraban escritos los ingredientes y la elaboración de la Técula Mécula. La fundadora aceptó aquella contraprestación.

Con el tiempo, en 1942, abrieron la pastelería y, entre otros dulces típicos extremeños, decidieron hacer el de la Técula Mécula, siguiendo las instrucciones del recetario.

Se hizo muy famosa porque, según cuenta una de las nietas de los fundadores, fue encargada para una boda y fue todo un éxito. Así que, comenzaron a hacerla y desde entonces la patentaron y no pararon de hacerla de generación en generación, sin cambiar nada de su esencia.

Técula Mécula no es un nombre común, ni siquiera lo saben sus propios fundadores. Desde Casa Fuentes dicen que sus abuelos les transmitieron que era algo así como ‘para ti-para mí’, ‘para compartir’.

Ingredientes:

– 250 g. de masa quebrada

– 500 g. de azúcar

– 300 g. de almendra crudas

– 50 g. de tocino

– 6 huevos

– Harina

– 1 Limón

Elaboración:

Forrar un molde cilíndrico (de fondo separable) con la masa quebrada, previamente extendida sobre una tabla enharinada. A continuación, en un puchero al fuego, se prepara un almíbar con medio litro de agua y medio kilo de azúcar. A esta mezcla, se le añade también ralladura de cascara de limón.

Por otro lado, hay que machacar en un mortero las almendras crudas y peladas junto con el tocino bien troceado.

Aparte, se baten las yemas y una clara de huevo y se le añade la harina poco a poco, sin dejar de batir para que nos se creen grumos. Después se le añade el machado de almendras y tocino. A esa mezcla espesa que se ha creado, hay que añadirle el almíbar y remover muy bien para que todos los ingredientes se integren.

La mezcla resultante, se vierte en el molde donde se ha dejado preparada la masa quebrada y se introduce éste en el horno precalentado a una temperatura de 180 gramos.

Técula Mécula. Fotografía de Casa Fuentes.

A continuación, programa de radio “Con mucho gusto” de Canal Extremadura (2019), donde se habla de la Técula Mécula.

Fuentes:

Indumentaria de Olivenza

La indumentaria propia de un lugar es de gran interés ya que es un aspecto bastante importante para entender a cualquier comunidad según su cultura y tradición, así como sobre factores físicos, sociales, económicos, éticos e históricos.

Es un elemento vivo de la estética, de las necesidades materiales y de las formas de vida de cada época.

La indumentaria de Olivenza se caracteriza por su mezcla entre lo español y lo luso y, dentro de lo portugués, la propia mezcla de éste con lo gallego.

En cuanto a la indumentaria propia de esta localidad, ya en el siglo XVI, se hablaba de la fabricación de paños finos de lino y de lana (fieltros, sequería, paños gruesos y “mantas de terra”). Dos siglos después, cobran bastante importancia los telares, cardadoras y obreras de telar, ya que eran necesarios para la agricultura y la ganadería, base de sustento de la sociedad rural. Más tarde, en el siglo XIX, las labores del campo recobraron más auge y esto llevó a que hubiese intercambio comercial y con ello, el aumento de relaciones sociales por lo que las formas de vestir adquieren un papel fundamental.

En Olivenza, como en cualquier sitio, la ropa de las personas dependía de su estatus económico. Aun así, residían muchos artesanos, sastres y también modistas, por lo que los trajes, ya fueran más o menos exquisitos, estaban bien elaborados.

A continuación, se describe la indumentaria masculina para diferentes ocasiones:

  • Ropa de trabajo:

La vestimenta era sencilla, basada en ropa de lana de colores oscuros, aunque con el paso del tiempo se dejó de utilizar la lana para utilizar tejidos de pana.

Utilizaban sombreros amplios, normalmente de color negro, y llevaban camisas sujetas por un solo botón. También predominaban los chalecos de piel de conejo y las bulas de “riscado” (tejido estampado a cuadros o rayas).

Una herencia lusa con la que se cuenta en la indumentaria oliventina es el “capote” con alas hecho con paño grueso con cuello de piel de zorro, utilizado este también para la antigua zamarra y en los zahones de los pastores.

En cuanto al calzado, solían llevar zahones de lana y también de cuero; así como botas altas o de media caña.

  • Ropa de vestir:

Se usaba un pantalón estrecho y un chaleco abotonado con solapas y bordado (a finales del siglo XIX se van perdiendo estos detalles), ambos ribeteados en negro y de paño. Solían ser de color marrón, negro y gris, por lo que la camisa blanca destacaba, además de por el color también por ser anchas, aunque en el puño se estrechaban.

La cintura la llevaba cubierta por una faja negra, aunque para momentos festivos esta podía ser más fina y colorida. El uso de la faja, al enrollarse, pretendía no dejar ninguna parte fuera y de ella pendían uno flecos.

Para completar la vestimenta, utilizaba una corta chaqueta adornada con presillas de cordones y botones; así como unos zapatos o botas y sombreros de ala ancha o corta en paño fino de color negro, marrón o gris.

Chalecos de Olivenza. Fotografía de Cuadernos Populares nº58 (Editora Regional de Extremadura)

Chaleco bordado de Olivenza. Fotografía de Cuadernos Populares nº58 (Editora Regional Extremeña)

La indumentaria femenina también era diferente según la ocasión para la que se utilizase:

  • Ropa de trabajo:

Para las labores del campo, predominaban las faldas oscuras de lana gruesa y largas, acompañadas de medias gruesas a rayas y bastantes coloridas. Pero, para tener mayor libertad de movimiento y estar más resguardadas, solían entrelazarse las faldas hasta formar una especie de pantalón. Ésta práctica dejaron de hacerla cuando se incorporaron a la vestimenta femenina el uso de pantalones, al igual que en la de los hombres.

Además de esto, las mujeres llevaban un pañuelo de lana bastante gruesa con el que cubrían su torso en épocas de temperaturas bastantes bajas y también complementos como los manguitos de tela para la recogida de aceitunas y las matanzas, entre otras actividades.

Mujeres del grupo «La Badana» con trajes de faena. Fotografía de Raíces, el coleccionable del Diario HOY (1995)

  • Ropa de vestir:

La indumentaria de Elvas y otras poblaciones alentejanas fueron de gran inspiración para las mujeres oliventinas.  Solían vestir con faldas largas (aunque van acortándose con el tiempo), de paño, de colores vivos (verde, amarillo y rojo) y con franjas bordadas de lana o picados sobre la bastilla, quedando adornada con multitud de dibujos florales y geométricos. Cabe aclarar que también existía otra variedad de faldas que eran más finas y con estampados más delicados.

Para complementar a esas sayas, las acompañaban a veces con jubones de colores y estampados y otras veces con camisas de puntillas. En muchas ocasiones, también solían utilizar corpiños para resaltar estéticamente parte del tronco y, paradójicamente al mismo tiempo, disfrazar los senos de las miradas.

Como se puede ver, no eran prendas básicas, sino que contaban siempre con estampados y bordados que adornaban incluso los delantales, prenda bastante utilizada en colores blancos y pasteles (excepto para las galas, que se utilizaban en negro) y en la que predominaban las esquinas redondeadas y rematadas con volantes.

Como complemento solían llevar pañuelos de lana adornados con motivos florales, que cruzaban en el pecho uniéndolo detrás de la cintura y, como broche de la vestimenta, un chal y unos pendientes. Este último aderezo variaba según la condición civil de la mujer, ya que cuando estaba casada se ponía los que le regalaba el marido. Entre los pendientes caben destacar los de media luna en oro y plata y también las “arracadas”.

Pañuelo de busto de Olivenza. Fotografía de Cuadernos Populares nº58 (Editora Regional Extremeña)

No hay que olvidar el peinado ya que la mujer solía peinar sus cabellos hacia atrás o con una raya al medio, recogiendo la melena en un moño de rosca o de rosca trenzada y que, para realzarlo, adornaban con una peineta sencilla y baja. Sin embargo, también se utilizaba un moño en la parte alta de la cabeza, conocido como “carrapito”. En ocasiones, ambos tipos de peinados eran adornados por ramilletes de flores y para el recogimiento de las ceremonias, se usaba la mantilla.

En cuanto al estilo galaico-portugués, también influyente en la vestimenta oliventina, predominaba lo siguiente:

Indumentaria masculina

  • Ropa de trabajo:

Los hombres llevaban pantalón holgado de pana surcada, camisa o blusa blanca o gris, chaleco sin solapas, pañuelo de hierbas anudado al cuello o sujeto en la faja, sombrero de paja y, para el pastoreo, zahones y zamarra de piel de cordero o cabra en color marrón, con larga halda en la espaldera.

  • Ropa de vestir:

Caracterizada por trajes oscuros (negros, marrones o grises) compuestos por pantalones largos de estilo pitillo, una chaquetilla corta, una camisa blanca sobre la que se coloca un chaleco tipo “smoking” (en ocasiones bordados) y con sombreros de fieltro negro de copa redondeadas y alas vueltas.

Indumentaria femenina

  • Ropa de trabajo:

Combinaban la falda de paño con medias a rayas con camisa de percal, a pequeños cuadros, de listas finas o lisos en tonos pasteles. Con los mismos colores, una gran sobrefalda que quedaba levantada y enrollada en el delantero, al estilo manchego, dejando ver la falda de paño: y un pañuelo en la cabeza que cubría su cuello y se anudaban debajo de la nuca y sobre el que se ponía el sombrero de paja.

Traje de matancera de Olivenza. Fotografía de Cuadernos Populares nº58 (Editora Regional Extremeña).

  • Ropa de vestir:

Predominan trajes muy vistosos con colores muy vivos, normalmente rojos. La falda es del estilo “miñota”, tejida, dibujando bandas verticales, rematadas en los bajos por una banda horizontal roja, con vivo y aplicaciones florales en negro; camisa blanca de cuello cerrado con puntillas que cubren el cuello, abrochado con cintas rojas; pañuelo portugués rematado con macramé formando una gran red de las que cuelgan largos flecos; medias blanca y gran mandil negro.

Traje de gala de Olivenza. Fotografía de Cuadernos Populares nº58 (Editora Regional Extremeña)

Otra opción era utilizar sayas de paño de colores lisos (rojos, verdes, azules…), adornadas con una cenefa floral bordada en negro y las solían acompañar con una camisa blanca, un pañuelo de flores de colores en el busto o corpiño negro muy escotado y medias blancas un mandil blanco de labores caladas y bordadas con gran fruncido alrededor.

Traje de diario de Olivenza. Fotografía de Cuadernos Populares nº58 (Editora Regional Extremeña)

En ambos casos, en cuanto al peinado, predominan los moños de rosca adornados con flores rojas y, en algunas ocasiones, un pañuelo portugués anudado a la cabeza.

Hay que hacer una mención especial al Traje de Maya, compuesto por una falda blanca bordada en colores suaves y con delicados caldos, un pañuelo de busto tipo portugués de fondo blanco y una corona o diadema floral.

Indumentaria de la Maya. Fotografía de Cuadernos Populares nº58 (Editora Regional Extremeña)

 

Fuentes: