Category: 03.2.1 Tradiciones cívicas

Hermanamiento Bradenton

Hernando de Soto, el explorador barcarroteño que viajó a las Américas y en cuya andanza descubrió y conquistó Florida (EE.UU.), es una figura muy importante tanto para la población extremeña como para el estado americano. Su invasión ocasionó un futuro hermanamiento que, aun a día de hoy, sigue perdurando.

El 26 de junio de 1962 es una fecha escrita a fuego en Barcarrota. Fue aquel día, mes y año cuando en la población pacense recibieron por primera vez la grata visita de miembros de la Sociedad “Caballeros de Bradenton” como homenaje a la figura del Conquistador extremeño. Y es que fue en la bahía de Tampa, zona donde se encuentra el actual Bradenton, donde desembarcó por primera vez Hernando de Soto en el año 1539.

Hermanamiento Bradenton (Barcarrota,1962). Fotografía de la Asociación de Amigos de Bradenton Barcarrota.

Desde entonces, esta visita se sigue repitiendo bianualmente, ya que el año que no vienen a España es porque las delegaciones de Barcarrota emprenden un viaje hacia Bradenton, como acto de agradecimiento y también como homenaje al explorador. Aun así, en Bradenton celebran anualmente una fiesta en donde se representa el desembarco de Hernando de Soto en sus playas, además de otras actividades relacionadas con lo que allí sucedió.

En Barcarrota reciben muy ilusionados a los americanos cada mes de septiembre. Aproximadamente 30 Caballeros de la Sociedad “Caballeros de Bradenton”, recorren las calles de Barcarrota ataviados con atuendos propios de los conquistadores españoles del siglo XVI y emulando hábitos propios de la época de la Colonización española. El abanico de personajes es bastante amplio, contando con figuras que interpretan desde al cura como hasta al propio Hernando de Soto, quien es distinto cada año ya que se va renovando.

Estos desfilan con la compañía de los vecinos de la población y también de los visitantes interesados en este y otros actos lúdicos y de honor programados en estas fiestas de comunidad y convivencia.

Pero, a pesar de todo esto, el hermanamiento no queda aquí ya que lo que les une no solo se manifiesta y festeja en una fecha que suele coincidir con la de las fiestas patronales de la localidad. Tanto en Barcarrota como en Bradenton hay avenidas, calles y centros públicos con nombres asociados a ambas comunidades, también presumen de un Monumento de Hernando de Soto, dedicado al hermanamiento. En Barcarrota dicha estatua fue inaugurada en el año 1866 y además también custodian una escultura llamada “Amistad entre dos Pueblos”, homenajeando a Edna y Bob Miller (matrimonio americano que amaban a Barcarrota) y a todos aquellos que han contribuido en las relaciones entre dos pueblos, reflejando así la unión entre América y España.

Además, existe una colaboración entre Barcarrota y Bradenton, concediendo becas educativas a los estudiantes con mejores expedientes y acogiendo unos a los otros en sus casas, proporcionando así el intercambio de culturas y experiencias entre el colegio americano Saint Stephen’s de Bradenton y el CEIP Hernando de Soto de Barcarrota. Todo esto es gracias a una asociación que hay en la población extremeña llamada “Amigos de Bradenton”, la cual aparte de facilitar el vestuario junto al Ayuntamiento de Barcarrota para el gran día festivo, ha dado también la oportunidad de que los americanos conozcan Barcarrota más allá de unas coordenadas geográficas y de que los barcarroteños crucen fronteras y puedan descubrir el lugar en donde su vecino explorador desembarcó hace siglos.

En definitiva, la conquista del explorador barcarroteño en tierras americanas dio lugar años después a un lazo histórico de dos comunidades y culturas que, a pesar de los 6980 kilómetros que las separan y aunque son totalmente distintas, cuentan con un mismo “padre”.

Hermanamiento Bradenton (Barcarrota, 2022). Fotografía de la Asociación de Amigos de Bradenton.

Fuentes:

Los Marochos

Según cuentan los más mayores de Barcarrota, antiguamente se celebraba en la localidad una fiesta con mucha magia. Se desconoce el origen de la misma, aunque en la revista de la Feria de Barcarrota del año 1984, el vecino Juan González Benegas hacía referencia a un párrafo escrito por Isabel Gallardo de Álvarez en 1942 en la Revista de Estudios Extremeños, que decía:

«Había la costumbre de hacer «estrambólicos» muñecos de paja, que vestían grotescamente y llamaban «marochos» pero formaban pareja de hombre y mujer; llevaban además el nombre particular de Juan y María.  La víspera de San Juan, por la noche, hacían en las calles hogueras y sentaban a los muñecos uno junto a otro cada uno en un sillón; cantándole la chiquillería cantares de la época y los viejos contaban cuentos, estándose entretenidos hasta las doce de la noche. Entonces los mozuelos sacaban a los muñecos de procesión por las calles y una vez recorridas todas las del pueblo arrojaban los muñecos a la hoguera y los quemaban».

Con el tiempo, esta fiesta se perdió, pero gracias al esfuerzo de la Cofradía de los Marochos, volvió a celebrarse en 1996 y tuvo una gran acogida por parte de los vecinos de Barcarrota.

Para la elaboración de los Marochos, participaban muchos socios de la Cofradía bautizada con el mismo nombre de estas fiestas, cuyos fines se basaban en recuperar y mantener las Fiestas, Tradiciones y Costumbres Populares de Barcarrota. Estos, previamente a la celebración de Los Marochos, se reunían para proponer ideas a realizar en la fiesta de cada año, aunque respetando la base del Programa Tipo, redactado por Isabel Gallardo de Álvarez.

Dicho programa aunaba la variedad de actividades que se realizan desde por la mañana hasta la noche de ese 23 de junio. Entre ellas, tenían lugar los juegos tradicionales para los más pequeños de la localidad y el concurso gastronómico en donde se premiaba al plato más bueno y original. Ya por la noche, a partir de las 23:00 p.m., quedaba constancia de que empezaba la fiesta de los Marochos con el pregón y en la que participaba la Banda de Música para ambientarla.

Banda de Música de Jerez de los Caballeros en la fiesta de Los Marochos (Barcarrota). Fotografía del Archivo Digital de Barcarrota.

Para poner en contexto, y como bien explicaba Isabel Gallardo, los Marochos (también conocidos como peleles), eran unos muñecos de trapo que representaban a un hombre llamado Juan y una mujer llamada María. Algo que no todo el mundo sabe es que eran un tanto laboriosos de hacer. En primer lugar, se solía montar el “esqueleto” de cada muñeco con madera de diferentes grosores y para conseguir la forma de los brazos y las piernas, la madera se moldeaba utilizando para ello una sierra y, para unirlas al tronco, utilizaban alambres y puntas.

Al ser de madera, los muñecos tenían un peso considerable al cual se le añadía el de las telas gruesas con las que se les forraba para darle volumen y la ropa con la que los vestían, hecha con tejidos resistentes y de colores lisos, con la finalidad de darle más realismo a las figuras. Además, éstas eran forradas de paja para que ardieran más durante la quema y también estaban complementadas con pañuelos, sombreros y botones, entre otras cosas.

Una vez listo el cuerpo, se les colocaban las cabezas sujetadas por un tubo de aproximadamente 10 centímetros de diámetro y 80 centímetros de altura, cuya base solía ser una especie de aspa con tornillos roscados (conocidos popularmente como tornillo espárrago) para que pudieran estar sujetos a los asientos de los sillones donde se los colocaban.

Para finalizar, se comprobaba si se podían mover ágilmente y si era así, estaban listos para ser los protagonistas de la fiesta.

Los Marochos eran portados por un grupo de jóvenes y los llevaban a la Plaza del Altozano, en donde los atornillaban a los respectivos sillones donde se les sentaba uno enfrente del otro, alrededor de la fuente.

Mientras, los vecinos más longevos reunían a los más jóvenes en corros alrededor de los Marochos y les contaban leyendas e historias sorprendentes, algunas de estas protagonizadas por dichos personajes.

Allí mismo, también actuaba un grupo folclórico que cantaba y bailaba tradicionales canciones, se repartían dulces (flores, jergones, etc.), caramelos y vinos artesanos a todos los presentes y se realizaba la entrega de premios de concursos (gastronómico, de dibujo, poesía…) que la Cofradía Los Marochos había propuesto con anterioridad, así como la elección del Marocho de Oro.

Francisca Sosa, vecina de Barcarrota, recibiendo el Premio Marocho de Oro (Barcarrota). Fotografía del Archivo Digital de Barcarrota.

Cuando llegaban las 12 de la noche, siendo ya día 24 de junio y por lo tanto San Juan, los mozos sacaban a los Marochos de procesión por las calles de Barcarrota, iluminadas éstas por las candelas encendidas. Durante el recorrido, los vecinos cantaban y bailaban junto al grupo folclórico hasta que, una vez recorrido todo el pueblo, los barcarroteños se colocaban alrededor de la hoguera a la que se lanzaban a los Marochos izados al mástil y se les echaba alcohol para facilitar su quema, dando así por finalizada la fiesta.

Actualmente y desde hace ya bastantes años no se festeja esta fiesta heredada del antepasado barcarroteño, suponiendo así una pérdida de una parte muy importante del Patrimonio Inmaterial de la localidad.

 

Fuentes: