Category: 12.2.3.2 Leyendas

Mario «El Espino»

Mario “El espino”, apodado así por un antepasado suyo que cayó sobre una chumbera y pasó toda su vida quejándose de las púas que tuvo clavadas en su cuerpo, era un joven que siempre paseaba solo por los campos de Alburquerque.

Un día conoció a una joven, Carmen, que comenzó a acompañarle en sus paseos diarios. Todas las tardes iban a la alberca y se sentaban juntos en la parte de piedra que rodea al pozo, Mario se acercaba con cuidado porque cuando era pequeño pudo morir ahogado y tenía un poco de miedo.

Pasar tanto tiempo juntos hizo que la pareja se enamorara y acabara besándose. Blas, padre de Carmen, no estaba muy contento con esa relación y menos lo estaban sus paisanos, pues se decía que Mario era analfabeto y había muchos prejuicios. 

A pesar de todo ello, Carmen seguía viéndose con él, por lo que su padre la mandó a casa de unos familiares a Madrid con la idea de que estar alejados acabaría con esa relación.

Cuando Carmen ya no se encontraba en el pueblo, el día de la romería y, aprovechando que los vecinos tampoco se encontraban allí, Blas quedó con Mario en la alberca. Mario llegó y sin decir nada, se sentó en el pozo como lo hacía siempre, Blas le miró y le empujó de tal manera que cayó al fondo del pozo y, antes de hundirse, pudo decir algunas palabras “¡Ese cardo de ahí será testigo de mi muerte!”.

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La Pantaruja

La pantaruja es un espantajo (algo que se utiliza para asustar o espantar) que durante la noche suele recorrer las calles del pueblo vestida con una túnica blanca y escondiendo su rostro bajo una capucha, suele llevar algo, normalmente un cirio o una antorcha y se mueve con gran rapidez por las callejuelas, descalzo.

Se dice que puede ser el alma en pena de un penitente, guiado por alguna promesa, con la única misión de vagar en solitario. 

Recibe varios nombres: pantarujas, pantarullas, mantaruja, marimanta, etc y varios son los pueblos de Extremadura en los que se dice haber visto estos espantajos. Curioso y a destacar es el caso de Alburquerque, un caso que ha llegado a ser investigado hasta por el programa Cuarto Milenio.

Corría el año 2006, cuando varios vecinos de la localidad aseguraban haber visto una pantaruja que los mantuvo aterrados durante semanas. José Pablo Rodríguez Meléndez fue uno de los vecinos que la vio, él no creía en la pantaruja, aunque de pequeño sí había oído historias acerca de ella.

José Pablo llegaba, como cualquier otra madrugada más, a su trabajo en la panificadora Virgen de Carrión, en torno a las 5 de la madrugada. Se encontraba aparcando su vehículo cuando vio, a unos 50 metros, a una persona vestida con una túnica blanca y con una capucha en la cabeza, que se encontraba haciendo movimientos extraños con todo el cuerpo. Comenzó a tocar el claxon para que los compañeros de la fábrica salieran, cuando la pantaruja echó a correr y se perdió entre el matadero municipal y una nave adyacente.

Los compañeros no oyeron el claxon debido al ruido del horno y de la radio. José Pablo les contó lo que había sucedido y al principio no le creyeron porque pensaban que era una broma, pero al ver lo alterado que este estaba, se convencieron de que era cierto lo que contaba.

De todas las experiencias que los alburquerqueños tuvieron con la pantaruja, se deduce que siempre llevaba el mismo hábito y que lo que solía cambiar es el objeto que portaba. En la mayoría de casos salía de madrugada, aunque hay un caso excepcional en el que se apareció en torno a las 20:00 de la tarde en un bloque de pisos existentes cerca de la plaza de toros, en la avenida de Extremadura.

Diversas fueron las opiniones sobre la pantaruja, había quienes creían en ella y otros, quienes pensaban que daba mala imagen al pueblo, ya que podría ser una broma de algún joven y se estaba tratando como algo real. 

El caso es que la antiquísima tradición de las pantarujas se encontraba ya extinguida en Alburquerque y durante apenas un mes, volvió a renacer, haciendo que te transportaras a esa Alburquerque medieval donde todo era posible.

A partir del minuto 25:32, se puede escuchar el fragmento del programa de Cuarto Milenio en el que hablan sobre esta leyenda.

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El águila blanca de Don Álvaro de Luna

Álvaro de Luna nació en Cañete, Cuenca, en 1390. Hijo de María Fernández Jaraba (conocida como “La Cañeta” o “Juana de Aranzadi”) y de, teóricamente, Álvaro Martínez de Luna, un noble aragonés. Aunque hay dudas sobre su paternidad, al ser fruto de una relación extramatrimonial, la infancia que le esperaba a Álvaro de Luna se teñía complicada al ser un bastardo, algo que era sinónimo de desavenencias de la época. 

Imagen sacada de la Revista Azagala

Por suerte para él, su padre murió cuando tenía siete años, por lo que fue criado por su tío Juan Martínez de Luna (posteriormente Juan II) y por su tío abuelo, el Papa Luna (Benedicto XIII de Aviñón).

Además de un gran caballero, era también un buen lancero, poeta y un elegante prosista. Gracias a todo esto y a sus habilidades sociales, pronto comenzó a gozar de buena reputación en la corte de Juan II, llegando a ser su mano derecha y consiguiendo su posterior nombramiento, en 1422, como Condestable de Castilla, a pesar de la oposición de gran parte de la nobleza castellana, entre ellos, los infantes de Aragón, primos del rey, quienes aseguraban que éste estaba manipulado y hechizado por Don Álvaro y se unieron para dar un golpe de estado.

Don Álvaro y el rey Juan II siempre habían tenido una muy buena amistad y una confianza forjada con el paso de los años. Cuando, Enrique III el Doliente, padre de Juan II, falleció, los infantes de Aragón querían el control de la corona y su obsesión llegó a ser tal, que incluso llegaron a secuestrar al rey, siendo liberado por Don Álvaro.

En 1445, en la primera batalla de Olmedo, la fortaleza de Alburquerque fue tomada por ejercito del rey Juan II y por Don Álvaro de Luna, venciendo a los infantes de Aragón y perdiendo éstos, en consecuencia, el control de Castilla. Como recompensa, el rey le entregó a Don Álvaro la Villa de Alburquerque, el cual mandó a construir la torre del homenaje para darle mayor altura.

El castillo de Alburquerque era para Don Álvaro una de sus joyas más preciadas, pasando siempre largas temporadas en él, pero el destino se torció. El rey Juan II se casó en segundas nupcias con Isabel de Portugal y el 22 de abril de 1951 dio a luz a una niña, la cual nombró Isabel (la Católica), desde ese momento, temerosa del poder que tenía Don Álvaro, conspiró para que el rey lo detuviera y éste, temeroso de perder los favores de su joven esposa, ordenó ejecutarlo.

El 1 de junio de 1453, por Mandato Real, es detenido Don Álvaro y conducido desde Portillo a Valladolid, quedando preso. A la mañana siguiente, el día 2 de junio, Don Álvaro es ejecutado en la Plaza Mayor de Valladolid. Se dice que, en su camino al patíbulo, lo último que Don Álvaro gritó fue “Alburquerque”. 

La leyenda dice que, en primavera, al caer la tarde, se puede observar como un águila blanca sobrevuela la fortaleza y se posa sobre sus murallas. Se dice que el águila es Don Álvaro de Luna, reencarnado, velando y protegiendo la villa que siempre fue suya.

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