Garbancito
Cuento muy popular a nivel extremeño, tomado de la publicación Los cuentos populares extremeños en la escuela de Pedro Montero:
Esto era una vez un niño mu chiquinino, mu chiquinino, que se llamaba Garbancito, como un garbanzo de chico.
A la madre le daba mucho miedo de que saliera a la calle porque podían pisarle de lo chiquitajo que era.
Cuando salía a los recaos, siempre iba cantando. Así no le pisaban.
Conque un día le dice la madre:
— Hijo, me vas a ir a por dos centimitos de azafrán.
— Sí, madre.
— Pero ten cuidao, hijo, que no te pisen.
— No, yo voy cantando, la tranquilizó Garbancito.
Y cantaba así por el camino:
“Pachín, pachán, pachón
mucho cuidado con lo que hacéis
pachín, pachán, pachón
a Garbancito no piséis” .
Conque llega a casa del tendero y dice:
— ¡Eh! ¡Eh! Dos céntimos de azafrán.
Y el tendero, que no lo veía, decía:
— ¿Quién llama? ¿Quién llama?
— ¡Eh! ¡Eh! ¡Aquí, aquí! Dos centimitos de azafrán.
— ¿Pero dónde estás?, volvía a preguntar el hombre.
— Aquí en el suelo, aquí en el suelo. Tenga usted cuidao, que me va a pisar, que estoy al lao de su pie.
Después de mucho mirar y remirar, el tendero vió por fin a Garbancito y le dio los dos centimitos de azafrán.
Salió a la calle y por el camino se puso a cantar:
“Pachín, pachán, pachón,
mucho cuidado con lo que hacéis,
pachín, pachán, pachón,
a Garbancito no piséis ”.
Llegó muy contento a su casa, con el azafrán y sin que nadie le hubiera pisao.
— Madre, ¿le llevo la comida a padre, al campo?
— No, hijo mío, que por el camino te puede pisar una mula.
— No, madre, yo voy cantando.
— Bueno, hijo pues te voy a preparar la cesta y te la vas a llevar.
Conque le lleva la comida a su padre y por el camino iba cantando:
“Pachín, pachán, pachón,
mucho cuidado con lo que hacéis,
pachín, pachán, pachón,
a Garbancito no piséis” .
Venga a andar y andar, cuando se puso a llover.
Mira por donde pasaba al lado de un campo sembrado de coles y ni corto ni perezoso se metió debajo de una de ellas.
Estando allí acurrucadito, pasaron unas vacas y una de ellas, de un bocao, se comió enterita la col con Garbancito dentro.
El padre, al ver que tardaba su mujer en llevarle la comida, no hacía más que esperar y esperar. La madre, al ver que no regresaba Garbancito, fue a ver al padre.
— ¿No te ha traído Garbancito la comida?, preguntó la madre.
— Aquí no ha venío nadie, replicó el padre.
La madre le contó todo y pensaron que se había perdido.
Conque empezaron a dar grandes voces:
— ¡Garbancito!, ¿dónde estáaaaaaas?
Y Garbancito, que las oía dentro del estómago de la vaca, decía muy bajino:
— ¡En la barriga de la vaca, que llueve y no me mojo!
El padre y la madre, ni le oían. Andaban como locos de un lao para otro. Y venga a gritar:
— ¡¡Garbancito!! ¿Dónde estáaaaaas…?
— En la barriga de la vaca, que llueve y no me mojo, decía el pobre de Garbancito.
Y así muchas veces. Hasta que la madre oyó algo y dijo:
— Parece que estoy oyendo como una voz que sale de esa vaca.
— Da otra voz, da otra voz, le dijo al padre.
— ¡¡Garbancito!! ¿Dónde estáaaaas…?
— ¡En la barriga de la vaca, que llueve y no me mojo!
Y, por fin, averiguaron que estaba dentro de la vaca.
Para sacarlo, le dieron mucho pasto a la vaca, venga a darle de comer, venga a darle de comer hasta que ¡¡pum!!, explotó.
Y salió Garbancito, muy sucio, pero vivo y contento.
Los padres abrazaron a su hijo y se fueron muy felices a su casa.
Y día llegado, cuento acabado.
Fuente:
- Montero Montero, Pedro (1988). Los cuentos populares Extremeños en la escuela. Colección Unidades Didácticas de Extremadura en la Escuela. Badajoz: Instituto de Ciencias de la Educación. Universidad de Extremadura.
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