El águila blanca de Don Álvaro de Luna

Álvaro de Luna nació en Cañete, Cuenca, en 1390. Hijo de María Fernández Jaraba (conocida como “La Cañeta” o “Juana de Aranzadi”) y de, teóricamente, Álvaro Martínez de Luna, un noble aragonés. Aunque hay dudas sobre su paternidad, al ser fruto de una relación extramatrimonial, la infancia que le esperaba a Álvaro de Luna se teñía complicada al ser un bastardo, algo que era sinónimo de desavenencias de la época. 

Imagen sacada de la Revista Azagala

Por suerte para él, su padre murió cuando tenía siete años, por lo que fue criado por su tío Juan Martínez de Luna (posteriormente Juan II) y por su tío abuelo, el Papa Luna (Benedicto XIII de Aviñón).

Además de un gran caballero, era también un buen lancero, poeta y un elegante prosista. Gracias a todo esto y a sus habilidades sociales, pronto comenzó a gozar de buena reputación en la corte de Juan II, llegando a ser su mano derecha y consiguiendo su posterior nombramiento, en 1422, como Condestable de Castilla, a pesar de la oposición de gran parte de la nobleza castellana, entre ellos, los infantes de Aragón, primos del rey, quienes aseguraban que éste estaba manipulado y hechizado por Don Álvaro y se unieron para dar un golpe de estado.

Don Álvaro y el rey Juan II siempre habían tenido una muy buena amistad y una confianza forjada con el paso de los años. Cuando, Enrique III el Doliente, padre de Juan II, falleció, los infantes de Aragón querían el control de la corona y su obsesión llegó a ser tal, que incluso llegaron a secuestrar al rey, siendo liberado por Don Álvaro.

En 1445, en la primera batalla de Olmedo, la fortaleza de Alburquerque fue tomada por ejercito del rey Juan II y por Don Álvaro de Luna, venciendo a los infantes de Aragón y perdiendo éstos, en consecuencia, el control de Castilla. Como recompensa, el rey le entregó a Don Álvaro la Villa de Alburquerque, el cual mandó a construir la torre del homenaje para darle mayor altura.

El castillo de Alburquerque era para Don Álvaro una de sus joyas más preciadas, pasando siempre largas temporadas en él, pero el destino se torció. El rey Juan II se casó en segundas nupcias con Isabel de Portugal y el 22 de abril de 1951 dio a luz a una niña, la cual nombró Isabel (la Católica), desde ese momento, temerosa del poder que tenía Don Álvaro, conspiró para que el rey lo detuviera y éste, temeroso de perder los favores de su joven esposa, ordenó ejecutarlo.

El 1 de junio de 1453, por Mandato Real, es detenido Don Álvaro y conducido desde Portillo a Valladolid, quedando preso. A la mañana siguiente, el día 2 de junio, Don Álvaro es ejecutado en la Plaza Mayor de Valladolid. Se dice que, en su camino al patíbulo, lo último que Don Álvaro gritó fue “Alburquerque”. 

La leyenda dice que, en primavera, al caer la tarde, se puede observar como un águila blanca sobrevuela la fortaleza y se posa sobre sus murallas. Se dice que el águila es Don Álvaro de Luna, reencarnado, velando y protegiendo la villa que siempre fue suya.

Fuentes: