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La Tía Cabalganta

La Tía Cabalganta, cuyo nombre no se conoce, era una vecina de Táliga. Se caracterizaba por ser una mujer muy salerosa, divertida y guapa.

Cuando era joven, durante las fiestas patronales de la localidad, conoció a un forastero del que se enamoró. Tras incontables promesas de amor eterno y de matrimonio inmediato, él huyó una mañana, abandonándola así a su suerte y dejándole el corazón roto. Debido a esto fue despreciada y rechazada por los vecinos del pueblo porque había perdido su “honor”. Esto desembocó en un cambio de actitud y de carácter en la joven. Sus modales ya no eran los de antes y su personalidad tampoco, logrando así ser temida por los mismos vecinos que la rechazaron.

La joven decidió abandonar el pueblo y se fue a vivir a un molino que se encontraba abandonado junto a la rivera de Táliga, en dónde sobrevivía comiendo los productos del campo que los ganaderos y pastores la veían recoger. Incluso algunos cuentan que llegaron a verla de noche frente al molino con un gran caldero, a la luz de la luna, haciendo conjuros y elaborando pócimas. Es por ello por lo que comenzaron a llamarla “bruja”.

Allí, viviendo aislada y con la mala fama que había cogido en su pueblo, su carácter se fue convirtiendo cada vez más hostil y, por la experiencia que había tenido con su amado, su resquemor hacia los hombres acabó transformándose en odio, sobre todo hacia los forasteros.

Después de un tiempo que llevaba viviendo en el molino, se le ocurrió habilitar una de las habitaciones del mismo, ubicado en el camino que va de Higuera de Vargas a Barcarrota, para recoger a los viajantes que por allí pasaban. Éstos se sentían afortunados por contar con una posadera hermosa y una cama limpia. Pero, según la leyenda, ningún hombre que entraba en la posada salía con vida de aquel lugar. Según se cuenta, fueron quince los hombres asesinados a manos de la Tía Cabalganta, que los degollaba y después los enterraba en un huerto cercano.

Todo el mundo murmuraba sobre las desapariciones de los hombres, pero por miedo a los conjuros que podría hacerle la joven, no la denunciaron nunca. Aunque, el miedo hacia ella desapareció una fría noche de tormenta cargada de una fuerte lluvia, truenos y relámpagos, desde la que dejaron de verla con vida.

Hay personas que afirman que fue ahogada a causa de la crecida de la rivera y tras ser arrastrada por la corriente, llevándose lejos su cuerpo. Otros dicen que murió por un rayo justiciero y también se cuenta que fue ejecutada en Olivenza tras capturarla por ser asesina en serie. Sin embargo, se dice que un tiempo después de aquella noche, un vecino que se dirigía a trabajar, se le hizo ver a una mujer esbelta y hermosa en el huerto donde la Tía Cabalganta enterraba a sus víctimas y ésta estaba intentando huir entre los matorrales porque estaba siendo perseguida por espectros de unos cuerpos degollados.

Ilustración de “Rutas mágicas por la provincia de Badajoz”. Autor: Borja González Hoyos.

Fuentes:

  • La Tía Cabalganta, una asesina en serie entre la realidad y la leyenda. Israel J. Espino, 2017 https://blogs.hoy.es
  • Escolares del Colegio Sagrado Corazón trabajan en el Museo la Leyenda de la Tía Cabalganta. Museo de Olivenza. https://museodeolivenza.com
  • La terrorífica y triste historia de la tía cabalganta: asesina de hombres repudiada por sus vecinos. Cuarto Milenio, 2021 https://www.cuatro.com
  • Fotografía de la portada (Borja González): https://blogs.hoy.es

La tía Lechona

En La Codosera, desde mediados del siglo XX había un personaje conocido por todos, la Tía Lechona.

Mientras se paseaba por el pueblo era común encontrarse varios sapos colgando de las parras, atados por una pata y con un plato colocado debajo, preparado para ir recogiendo la baba que fuese cayendo de éstos.

Diversos eran los rituales que implicaban a sapos. Hay gente del pueblo que recuerda haber visto, pasando el arroyo Abrilongo, un sapo enorme (zapallón) con la piel de medio cuerpo arrancada. Parece ser que las brujas cogían su piel, la metían en una caja y la introducían en el horno. Una vez ya secada, la molían y quedaba como una harina que servía para mezclar con almendras, caramelos o incluso echar un poquito en el agua para, así, acabar contigo.

A los niños, desde bien pequeños, se les enseñaba a hacer la higa con los dedos para protegerse de los hechizos y males de ojo cada vez que pasaban por la puerta de la Tía Lechona.

La higa o figa es un amuleto en forma de puño cerrado, con el dedo pulgar asomando levemente entre el dedo índice y corazón. Se desconoce su origen, pero es un símbolo mágico extendido por gran parte de Europa y el Mediterráneo.

Amuleto de la higa (Imagen sacada del libro Extremadura secreta: Brujas, sabias y hechiceras de Israel J. Espino)

Tradicionalmente, se ha utilizado para repeler los supuestos efectos del mal de ojo transmitido por determinadas personas. Se consideraba que los más propensos a estas miradas aviesas eran los niños y los ancianos.

El mal de ojo ha sido considerado, desde siempre, una herramienta que permite equilibrar conflictos entre sociedades pequeñas o cerradas. Servía para establecer los límites morales y sociales de la comunidad, definiendo como aojadores a todas aquellas personas que se consideraban indeseables: viejas, forasteros, tullidos e, incluso, gitanos.

Aunque este aojamiento puede ser voluntario, aprovechando la envidia de la persona que lo realiza, también se puede dar el caso de que sea involuntario, debido a la fuerza que alguien pueda tener en sus ojos sin ser capaz de controlarla.

Fuentes:

  • J. Espino, Israel (2019). Extremadura secreta; brujas, sabias y hechiceras
  • Uriarte López, Luis María (1994). La Codosera; Cultura de fronteras y fronteras culturales
  • La imagen de la portada es de Kayla Maurais, disponible en Unsplash

El barquero del colmillo

En el pueblo de Cheles se cuenta la leyenda de que, durante años, hubo una figura a la que llamaban “El Barquero del Colmillo”. Según dicen, éste era un vampiro de nacionalidad portuguesa, vestía una capucha holgada de color marrón que impedía ver su rostro y una capa de color negro puesta sobre su espalda.

El nombre con el que lo bautizaron se debe a que siempre iba montado en una barca rectangular de color negro y que, a pesar de que no se le veía el rostro, sí dejaba asomar por debajo de la capucha un descomunal diente que le salía de la boca, de apariencia como el de un jabalí.

El barquero portugués se ocultaba entre los matorrales que existen en medio del cauce del río Guadiana y el recorrido lo hacía de pie con un palo largo que le servía para mover la barca con más fuerza y rapidez, además de servirle de punto de apoyo.

De generación en generación, esta figura ha sido utilizada para amedrantar a los niños, evitando así que se acercasen a la orilla del Guadiana. Esto se debe a que durante muchos años han sido muchas las personas que han aparecido sin vida en el río. Esto se ha podido confirmar gracias a la consulta que el investigador extremeño, Fermín Mayorga, realizó en el libro de defunciones de la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción.

La casualidad de que todas las muertes fuesen de la misma forma y durante años sucesivamente, llevó a confirmar que el Barquero del Colmillo era el único responsable de dicho destino ya que le caracterizaba su rapidez para alcanzar a las víctimas, a las que les clavaba su largo colmillo, extrayéndole la sangre para alimentarse con ella, dejándolos desangrados y tirados en el cauce del río Guadiana aparentando ser una muerte accidental a causa de ahogamiento.

Además, según se cuenta en la población, éste tenía predilección por los niños ya que la sangre de los mismos está totalmente limpia, ya que la de los adultos es más probable que esté contaminada de alcohol u otras drogas.

Esta leyenda recobró más fuerza cuando Ramón Pitera González, un adolescente de 14 años y nacido en Cheles, fue hallado flotando en el Guadiana. En el libro de defunciones se deja constancia del registro de su muerte y dice así:

“D. Fernando Rodríguez Madora, Médico titular de esta villa de Cheles y Cristóbal Falcato, sangrador Flebetomítico, dictaminan que la muerte fue producida a consecuencia de asfixia por estrangulamiento ignorándose el día y hora que pudiera tener efecto. Se le dio sepultura eclesiástica al citado cadáver según las preces que obliga el ritual romano. Cheles 22 de junio de 1891. Firmado Joaquín Manzano”.

A día de hoy, se cuenta que por el embalse de Alqueva se ve navegando a este sacasangres en las noches de luna llena, esperando a su próxima víctima.

 

Fuentes:

Aparición mariana de La Codosera

Cerca de La Codosera se encuentra un paraje denominado Chandavila en el que, en 1945, se produjeron unas supuestas apariciones marianas que llamaron la atención a todos los vecinos de la zona. Las testigos de estas apariciones fueron, Marcelina, Dolores y Afra.

Marcelina

El 27 de mayo de 1945 a las tres de la tarde, Marcelina Barroso, de nueve años, iba con su prima Agustina González, de la misma edad, desde La Codosera hasta el caserío El Marco para cumplir un encargo de la madre de Marcelina. El encargo era conseguir un poco de café y tabaco, algo característico del contrabando de la época.

El camino que tomaron para ello era considerado un camino peligroso, ya que no era el camino que hay actualmente, sino que era uno situado más a la izquierda. Se le consideraba peligroso no solo por ser el camino del contrabando, sino también porque pasaba cerca de la conocida “Casa del miedo”.

En la foto se puede ver a Dolores, sujetando una vara, seguida de Marcelina a la derecha y Afra a su lado (Imagen sacada del libro La Codosera, un pueblo con raíces y costumbres rayanas de José Luis Olmo Berrocal)

Mientras realizaban el encargo, sobre las 10-11 a.m., habían recorrido poco más de tres kilómetros cuando, al pasar por lo que se conoce como Chandavila, Marcelina se fijó en un oscuro y extraño bulto que se veía sobre un castaño. Centrada en cumplir con el encargo de su madre, no le hizo mucho casó y, como tenía que volver a pasar por ahí a la vuelta, ya miraría mejor luego.

Volviendo ya del encargo y pasando de nuevo por Chandavila, Marcelina tenía curiosidad y volvió a mirar sobre el castaño para ver si aquel bulto seguía allí, solo ella lo vio, su acompañante no. Cuenta la tradición que esa fue la primera aparición de la Virgen.

A llegar a casa, Marcelina se lo contó a su madre, quien le dijo que no lo se contara a nadie. Sin poderse aguantar, se lo contó a su abuela, quien habló con su madre para intentar que la niña pudiera hablar de ello con más gente, sin mucha suerte. Marcelina, junto a su abuela, fueron a ver al vecino de ésta, se llamaba Pacucho, quien le dijo que volviera a llevar a la niña a Chandavila. Así lo hizo, al día siguiente Marcelina volvió a ver a la Virgen y entonces volvieron a hablar con su madre y a partir de ahí ya lo supo todo el pueblo.

Marcelina siguió yendo a Chandavila todos los días, ya que siempre la citaba la Virgen para hablar con ella, unos días a una hora y otros a otra. Su madre le decía que la gente no la creía, que esto era mentira y el cura, que no la creía, le dijo que la próxima vez que viera a la Virgen, le preguntara qué es lo que quería y le pidiera que hiciera un milagro.

El 4 de junio, por la mañana, Marcelina volvió a ver a la Virgen y ésta le pidió que volviera por la tarde, que haría un milagro y Marcelina así lo hizo. Esa tarde se corrió la voz y había más de 3000 personas con ella, entre ellas, el alcalde, la Guardia Civil, médicos, curas, etc., todo el mundo pendiente de Marcelina y de la Virgen.

Cuando se le apareció la Virgen, le dijo a Marcelina que caminase de rodillas hasta ella, tenía que ir desde donde antes estaba el regato (Marcelina pone énfasis en que la Virgen le dice regajo), ahora carretera, hasta el castaño, con todo lleno de piedras, erizos, espinos y terrones resecos. La Virgen le dijo que no se preocupara y le aseguró que, por donde ella fuera andando, iría colocando una alfombra de hierbas y juncos. Marcelina comenzó entonces a andar de rodillas, abriéndose paso entre la multitud y se paró frente al castaño, donde permaneció unos diez minutos arrodillada en éxtasis. Cuando se le pasó el éxtasis, le preguntaron qué había visto y ella dijo que había visto a la Virgen, quien le había pasado la mano por la cara y le había dado un beso en la frente diciéndole “ya tienes el milagro”. Los médicos acudieron a ver a Marcelina cuando salió del éxtasis y vieron que no tenía nada.

Con los años, Marcelina tuvo más encuentros con la Virgen, en algunas ocasiones estuvo acompañada de su maestra, doña Josefa Martín y, en otras, de su amiga Afra.

Dolores

Dolores comenzó a ver las apariciones a los pocos días. La Virgen le había dicho a Marcelina que, junto a Dolores, fueran a Chandavila y allí fueron, acompañadas de todo el pueblo. Cuando estaban viendo la Virgen quedaron extasiadas y fue Dolores quién, de repente, se levantó con las manos pegadas y mirando al cielo empezó a marcar, paso a paso, el contorno exacto en el que iría la futura capilla a la Virgen de Chandavilla. Los informantes de la época aseguran que la huella de sus talones permaneció indeleble en el suelo hasta que los obreros pudieron allanar el terreno para cercar y plantar el actual jardín.

Dolores, tras salir del éxtasis y habiendo marcado el lugar, dijo que había marcado 17 m2 exactos y, como las autoridades no se fiaban, cogieron a un albañil y le pidieron que midiera para ver si era cierto lo que Dolores había dicho y así fue.

Diversos informantes hablan de que lo que marcó Dolores no es dónde está construida la actual ermita, sino que es un jardín que hay vallado arriba en la sierra. La ermita se construyó más abajo porque los albañiles decían que era muy difícil subir todos los materiales a la sierra.

Afra

Afra, en el centro, con sus amigos (Imagen sacada del libro La Codosera, un pueblo con raíces y costumbres rayanas de José Luis Olmo Berrocal)

De forma paralela a todos estos hechos narrados, se produjeron las visiones de Afra Brígido Blanco.

Afra al principio no creía, ni ella ni sus amigas, pero un día, nada más llegar a Chandavila creyó ver entre las nubes algo que parecía una capilla y una silueta con la forma de una cruz, aunque no le dio demasiada importancia. Al día siguiente volvió al mismo lugar a sentarse frente al castaño de las apariciones. Era la misma hora que el día anterior cuando vio salir, de entre las nubes, un objeto oscuro que, al irse acercando, dejaba clara la imagen de la Virgen Dolorosa con el rostro vuelto hacia la derecha. Afra, de la impresión, se desmayó y cuando volvió en sí, muy asustada, corrió hasta su casa.

Posteriormente, volvió a ver la aparición de forma prácticamente idéntica a la vez anterior. Esta vez entró en éxtasis y comenzó a andar de rodillas en dirección a la Virgen, por el regato. La Virgen le dijo que continuara caminando hacia ella, pero levantada y le dijo que siempre estaría a su lado. Le comunicó un secreto, le predijo grandes sufrimientos y al final le mandó un beso para Marcelina, que se encontraba allí junto a Afra, además de pedirle que se persignase. En apariciones posteriores, la Virgen le pidió el rezo del Santo Rosario y la construcción de una ermita en aquel lugar, así como que cantara en la misa solemne del día 4 de septiembre.

Más tarde, en el mes de julio, vísperas de Santiago, Afra estuvo con unas amigas visitando la ermita de Nuestra Señora de la Encarnación en Villar del Rey. Allí estaban Marcelina y Dolores también, ya que la Virgen les manifestó a ambas que fueran a ofrecer misa.

Afra acudió al templo mañana y tarde durante varios días y en una de sus visitas, cuando estaba realizando el Vía Crucis, entró en éxtasis y se desmayó. A raíz de esto, le salieron unas llagas en las manos con una incisión en el centro, otras en el costado y, por último, otras en los pies. Informantes cuentan que las llagas de las manos eran cuadriculadas y que, en Semana Santa, cuando llega jueves y viernes santo, siente como si la estuvieran crucificando.

Chandavila

Como hemos visto anteriormente, las apariciones de Chandavila se comienza a “oficializar” en 1945 pero, setenta y cinco años antes ya se había producido una posible aparición. En junio de 1870, una niña aseguró ver a la Virgen en Valleseco, cerca de Chandavila. Todos los vecinos del pueblo acudieron al lugar, cerca de donde se encuentra ahora el santuario de Chandavila y el párroco que había por entonces, Agustín Rubio Mero, ofició una misa de campaña en el lugar de la presunta aparición.

Tras todas estas apariciones, Marcelina estuvo en un colegio de religiosas de Villafranca de Los Barros para, más tarde, ingresar como religiosa en la Congregación de Hermanitas de la Cruz el 2 de agosto de 1975, en Sevilla. Allí se ha dedicado al cuidado de enfermos, huérfanos, pobres y ancianos, tomando el nombre de Sor María de la Misericordia de la Cruz. También cuentan haberla visto en el Hospital Infanta Cristina de Badajoz cuando su madre estaba enferma, cuidándola.

Por otro lado, Afra vivió y trabajó en un hospital de Madrid dedicándose a obras de caridad hasta su muerte el 23 de agosto de 2008, con 80 años y tras una larga enfermedad.

La Iglesia nunca se ha pronunciado de forma oficial sobre estos hechos, aunque permitió la construcción del Santuario el 27 de mayo de 1947, día en el que comenzaron las obras. El complejo religioso, denominado Santuario de Nuestra Señora de los Dolores de Chandavila, está compuesto por una pequeña capilla que cubre y encierra el castaño donde se apareció la Virgen y una iglesia de mayores proporciones, presidida por una imagen de Nuestra Señora de los Dolores.

En base a esto, todos los años tiene lugar una peregrinación religiosa muy concurrida el 27 de mayo.

Fuentes:

La plaga de hormigas asesinas

Hace cinco siglos, la población de Cheles (conocida como “Cheles el viejo”), se encontraba en la Dehesa de San Onofre, junto a la Sierra de San Blas y cerca del Río Guadiana, pero cuenta la leyenda que Don Juan Manuel de Villena (tercer Señor de Cheles), decidió trasladar la ubicación de la villa más al sur, cerca del embalse de Alqueva, donde se encuentra actualmente.

El motivo de ser reubicado no queda constatado en ningún documento, pero gracias a la tradición oral, se habla de una plaga de hormigas asesinas, apodadas como “hormigas de fuego” por tener la cabeza roja y cuerpo negro, que asedió la población. Se dice que la aparición de esas hormigas puede deberse a que los cheleros en su día viajaron a hacer las Américas y se las trajeron sin darse cuenta en sus propios fardos. Allí proliferaron hasta hacerse con el pueblo.

Se cuenta que, aproximadamente en el año 15000, una marabunta de hormigas voraces tomó el pueblo, llevándose por su paso toda la vegetación y la madera de las casas. Esto creó pánico en el pueblo, ya que además estos insectos se cebaron especialmente con los niños y el ganado, a quienes llegaban a producirle la muerte a causa de su mordida.

Los padres de las criaturas, según cuentan los más ancianos de Cheles, llegaban a subir a sus hijos en hamacas que colgaban de las encinas intentando protegerlos.

Tras ver que aquello era imposible de erradicar sin hacer más daño del que tenía el pueblo, decidieron prenderle fuego para acabar con el enemigo y cortar por lo sano de una vez por todas.

Una vez que le dieron fuego, se retiraron hacia el río para protegerse de las llamas y ver como el pueblo que había sido su cuna hasta entonces, se hacía cenizas.

Actualmente, los únicos vestigios que quedan del lugar son los restos del castillo, dos ermitas y algunas viviendas.

Fuentes:

 

La Leyenda de Taniças

Esta leyenda de tesoros debe su nombre a un labrador llamado Felisberto Martins, conocido como Taniças y cuenta que este señor, que trabajaba en los Montes Novos (parte que linda con la pedanía de Santo Domingo de Guzmán), soñó con una anciana. Ésta le dijo que en la Sierra de Alor estaba enterrada una estatua de un rey en oro.

Al día siguiente, Felisberto se encontraba impresionado y aprensivo. Sólo pensaba en el mensaje de aquella anciana y cada noche que se iba a dormir pedía a Dios que el sueño volviera a repetirse para poder hablar con la anciana hechicera, pero estaba tan nervioso que no conseguía conciliar el sueño.

Una noche, con el cansancio acumulado, el sueño lo venció y el sueño volvió a repetirse. Él se dirigió a la anciana y le suplicó que le dijese la forma de desencantar la estatua de oro del rey.

Entonces la anciana, fijando sus ojos en las pupilas del labrador, le dijo:

«La entrada para descubrir este tesoro está en los bajos de la Sierra de Alor, en las cuevas que allí están y que tú bien conoces. Entra y levanta la tierra que te estorbe la entrada. Así que lo hagas, encontrarás un largo corredor, tapado igualmente de tierra; sácala toda y luego verás frente a ti una casa abovedada con agua. Esa es la señal de que estás cerca; si consigues llegar al otro lado de la casa de agua, estarás en posesión de la estatua del rey.»

Y la figura de la anciana se diluyó entre las sombras del sueño.

El labrador quedó ilusionado con aquellas palabras y un día intentó encontrar, entre la variedad de cuevas de la sierra, la verdadera entrada para descubrir el tan ansiado tesoro. Como él solo no pudo hacerlo, contrató a varios trabajadores para así realizar la ardua tarea que llegó a prolongarse durante varios años.

Poco a poco las carretas de tierra fueron aumentando y el dinero del labrador consumiéndose lentamente. Ante la esperanza de encontrarlo y el descubrimiento del corredor tras varias excavaciones, pidió a los trabajadores que no dejasen de cavar hasta encontrar la casa de agua.

El tiempo pasó sin obtener el resultado deseado y Felisberto gastó todos los ahorros que consiguió reunir desde su juventud. Debido a este motivo y a la falta de energía, se vio obligado a tener que abandonar la búsqueda del tesoro.

Según cuenta la leyenda, todo fue descubierto desde el corredor a la casa del agua. Sin embargo, la estatua de oro con la esfigie del rey nunca logró ser hallada.

Unos años más tarde el labrador falleció y la leyenda de Taniças o de la Cova de Moira (como se llama en San Jorge de Alor) persiste y dura entre los campesinos como un desengaño de los sueños, las imágenes y las brujas.

Analizando esta leyenda oliventina, se considera que su origen procede de la existencia de cuevas en la Sierra de Alor y el misterio que existe por lo que puedan encerrar en su interior.

Lo que está claro es que la leyenda de Taniças tiene un claro sentido moralizante ya que nos habla de los sueños, las utopías y la inconsciencia de dejarse llevar por las ilusiones que son meramente imposibles.

Por último, cabe añadir que la esencia que se esconde en la leyenda es el deseo de enriquecimiento o la necesidad de salir de una difícil situación económica que tan extendida estaba en la sociedad en el momento en el que surgen estas leyendas.

 

Fuente:

  • Álvaro Rubio, Joaquín; Pérez Guedejo, José Joaquín (1999). Leyendas, milagros y tradiciones de la Comarca de Olivenza; Pags. 56-58.
  • Fotografía de portada: https://naturalmentebadajoz.com

Cuentos de animales – La comadre zorra y la comadre cigüeña

Cuentan los que lo vieron, yo no estaba, pero me lo dijeron, que eran una comadre zorra y una comadre cigüeña. Como comadres, se juntaban todos los días y charlaban de sus cosas.

Un día la comadre zorra le dice a la comadre cigüeña:

– ¿Quieres, comadre, que hagamos unas papitas?

– Ea, pues vamos a hacerlas, le contestó la cigüeña.

– ¿Adónde las vamos a hacer?, preguntó el animal del pico largo.

– En una lanchita, le contestó la zorra.

Hicieron sus papitas y se pusieron a comer. La zorra, con su lengua, se comió todas las papas y se puso como el Quico. La cigüeña, con su piquito, se quedó con las ganas.

Al otro día se vuelven a Juntar y la comadre cigüeña le dice a la comadre zorra:

– Comadre, ¿quieres que hagamos otras papilas?

– Sí, vamos a hacerlas, le contestó la zorra.

– Y, ¿se puede saber dónde las vamos a hacer?

– Mira, comadre, esta vez las haremos en este aceitero, dijo la cigüeña.

Hacen las papilas en el aceitero y la cigüeña, con el pico tan largo que tiene, se comió todo, llevándose la zorra las mijinas que caían.

La zorra se enfadó y va y le dice a su comadre:

– Comadre, me has engañao.

– Yo no te he engañao, le soltó la astuta cigüeña. No sé por qué te pones así.

– Es que hoy te has comío todas las papas, dijo la zorra.

– Pues ayer te las comiste tú, le contestó la cigüeña.

– Ea, pues vaya una cosa por la otra.

Aquello quedó así, pero al día siguiente se volvieron a ver.

La cigüeña le dice a su comadre:

– Comadre, ¿quieres venir a una boda en el cielo?

– ¿Cómo vamos a ir a una boda al cielo?, inquirió la zorra.

– Si, mira, tú te montas encima de mí y yo te llevo volando a la boda del cielo.

– Eso ya está hecho, vámonos. ¡Hala!

La confiada zorra se montó encima de la cigüeña y empezó a volar.

Venga a levantar, y levantar, y levantar, y de que iban muy alto, la zorra, con algo de miedo, va y le dice a su comadre:

– Comadre, no vayas tan alto, que ya ni veo la tierra.

– No te preocupes, que todavía está el cielo más lejos, le respondió la cigüeña.

¡Ay, comadre, ámonos pa atrás!, decía la zorra muerta de miedo.

– ¡Uy, vete tú!

Y sin pensárselo dos veces, se volvió de espaldas y dejó caer a la zorra desde allí mismo.

Pero, ¿dónde fue a caer la zorra? En un centenal. Y se le metió una pajita en el culo y se oyó:

– ¡¡ Uuaaaahhhh …!!

Y colorín, colorao, este cuento s’hacabao, y quien no diga jacha, jigo y jiguera, no es de mi tierra.

Fuentes:

El convento encantado de Olivenza

Olivenza cuenta con un edificio con mucha historia. Su origen se data en el siglo XVI, cuando Leonor Velha, una dama de la alta burguesía extremeña, invierte su dinero en la construcción de un convento de monjas en la ciudad. Pero, debido a un retraso de la construcción del mismo, no fue hasta 1601 cuando empezaron las obras y hasta 1631 cuando el convento fue inaugurado por un obispo de Elvas, la población vecina perteneciente a Portugal.

Una vez abiertas sus puertas, entran a vivir allí las hermanas Clarisas pertenecientes a la Orden de las Hermanas Pobres de Santa Clara, pero estas fueron sustituidas diez años después por los Monjes Hospitalarios de San Juan de Dios, debido a que Portugal se separa de la corona de Felipe IV en la Guerra de Restauración. Es por este motivo, que el convento pasó a ser el Real Hospital Militar durante dos largos siglos, en los que este edificio fue escenario de momentos de dolor, miedos, muertes de muchísimos soldados y sus respectivos entierros.

Ya en 1936, durante la Guerra Civil Española, el hospital militar pasó a ser un cuartel de la Guardia Civil, por lo que tras esas cuatro paredes murieron muchísimas personas al ser fusiladas y cuyos cadáveres eran emparedados e incluso arrojados a un pozo.

Más tarde, en 1998 y durante diez años, este cuartel que pasó muchos años abandonado, se convirtió en una Escuela de Teatro y Danza de Extremadura. Para poder ser utilizada como tal, sufrió una serie de restauraciones y, en dichas obras, fueron encontrados miles de cadáveres, lo cual confirma que este lugar fue nicho durante muchísimos años de los que un día perdieron la vida injustamente.

Aun así, los profesores y alumnos intentaron darle una nueva vida con algo tan bonito como el mundo de las artes escénicas y la danza, pero pronto empezaron a presenciar diferentes fenómenos paranormales de los que aquí se quieren dejar constancia:

  • Un día, en una clase nocturna de teatro, los alumnos estaban reunidos en la sala de actuaciones y vieron por un instante como la sombra de una mano tras el telón se movía, acariciándolo. Ellos, curiosos y ensimismados, fueron a comprobar qué es lo que había realmente detrás de aquella tela y no encontraron nada ni nadie.
  • Por su parte, Eulalia Martínez, la jefa de estudios de la escuela, afirma que algunos días que ha tenido que quedarse hasta más tarde trabando, ha podido ver sombras cruzando el umbral de la puerta de su despacho y también ha escuchado voces extrañas por los pasillos.
  • Hay un reloj que siempre detiene sus manillas a la misma hora.
  • Se han visto figuras vagando por los pasillos
  • Grabaciones de una soprano cantando acompañada por el sonido de un órgano que allí no había.
  • Llantos de personas y bebés.

En la actualidad, este edificio se halla cerrado y abandonado. Han surgido varias ideas con el objetivo de abrirlo de nuevo, como, por ejemplo, un Centro de Recepción de Visitantes del Parque Temático Natural “Tierras Gran Lago de Alqueva”.

Fuentes:

Cuentos de animales – Los animales despedidos

Pues, señor, iba un leñador con su burro por el camino y se le cayó con la carga. Se enfadó mucho el hombre, le dió una buena paliza y cuando llegó a casa dijo:

– Anda, ya no te quiero más.

Y lo echó a la calle para que se defendiera por sí propio.

Conque el animalito salió a buscarse la vida.

Iba por un camino cuando se le presentó un gato.

– ¿Dónde vas, compadre?, preguntó el minino.

– Mira, buscando fortuna, porque mi jefe me ha pegao y me ha echao a la calle. ¿Y tú?.

– ¡’Bu!, a mí me ha pasao igual. Le cogí una sardina al ama y me ha dao una paliza que ya no me quiere en casa-, contestó el gato.

– Eso, pos ámonos, sugirió el burro.

Así pues, el burro y el gato siguieron andando, andando hasta que se encontraron con un perro.

– ¿Dónde vais, compadres?, preguntó

– A buscarnos la vida, le respondieron.

– ¿Me puedo ir con vosotros? En mi casa me trataban a patadas y me he escapao.

– Ea, pos ámonos tos juntos.

Así, pues, el burro, el gato y el perro, todos juntitos, echaron a andar, andar, hasta que se toparon con una vaca.

– ¿Qué te pasa, comadre vaca?, le preguntaron a coro.

– ¡Uy!, he visto los machetones que traían los carniceros pa llevarme al matadero y yo me he dao el larguejo, les contestó la vaca.

– Ea, pos ámanos tos juntos, dijeron.

Iban el burro, el gato, el perro y la vaca anda que te anda, anda que te andarás cuando se les presentaron dos carneros.

– ¿Onde váis?, les preguntaron.

– Nos hemos escapao, pos nos querían llevar al matadero.

– Ea, pos ámanos tos juntos, pidieron los demás.

Caminito adelante iban el burro, el gato, el perro, la vaca y los dos carneros cuando se encontraron a un gallo.

El gallo les puso la misma disculpa de que iban a sacrificarlo y que por eso se había escapado del corral de su amo.

Todos juntitos, el burro, el gato, el perro, la vaca, los dos carneros y el gallo siguieron andando, andando hasta que se hizo de noche y se metieron en el monte.

En esto que el gato y el perro se lamentan:

– Vamos cansaos.

– Montaos encima, les dijeron.

Conque el perro se subió encima del burro, el gato encima del perro y el gallo encima del gato. Y la vaca y los dos carneros, andandito.

Más adelante se les apareció una paloma, que venía buscando refugio, y se unió al grupo.

Una vez que hubieron subido toda la montaña, ya muy de noche, vieron una luz a lo lejos.

A ver si hay refugio pa nosotros, dijo uno de los animales.

Conque llegaron a la casa y vieron que estaba vacía.

Entraron con mucho cuidao y vieron que había estado habitá. Entraron allí y había de tó. Era una guarida de bandoleros.

Como tenían mucha hambre, cada uno de los animales se sirvió de lo suyo: el perro, de carne; el gato, de pescado; la vaca, de pienso; los carneros, de paja; el burro, de cebada y la paloma, de trigo.

Se estaban dando un atracón cuando sintieron un ruido.

– Malo, ya vienen los dueños, dijo uno de los animales.

– Ea, a esconderse, pidió otro.

Dice el burro:

– Yo me voy a la cuadra.

Y el perro:

– Yo, a la escalera.

Y los carneros:

– Nosotros, a la puerta.

Y así, la vaca se fue al pajar, el gallo a la chimenea, el gato junto a las cenizas de la lumbre y la paloma, arriba de la chimenea.

En esto que viene un bandolero y, todo a oscuras, ve como dos brasitas que brillan en el hogar. Entonces se fue al pajar a por una poquita de paja para avivar la lumbre.

Nada más coger la paja, la vaca, que estaba allí escondida, le dió varios topetones de aúpa.

Con un puñao sólo se fue el bandolero a la lumbre a encenderla.

Se puso a soplar y el gato, que estaba allí escondido, se le tiró a la cara y lo arreguñó tó.

El hombre salió huyendo y, al querer subir por la escalera, el perro lo cogió y lo quedó medio pelete. 

Lleno de miedo, quiso escaparse por la puerta, y los dos carneros que se enrean a toparse, cogiéndolo en medio y quedándolo con las costillas rotas.

Y en esto que el gallo, desde arriba, va y canta:

¡Kikirikíiiiiii …!! ¡¡Kikirikíiiiiii …!!

Y la paloma, que estaba más arriba, empieza a arrullar:

¡¡Kree … uuuuuu … ooooooo …!! ¡¡Kree … uuuuuu … ooooooo!!

El bandolero, muertito de miedo, llegó a donde los otros.

– ¡Compañeros, ahí no se puede entrar! ¿Sabéis la de gente que hay ahí? Fijaos: en el pajar hay uno con una horquilla que te lleva, te sube y te baja todo lo que le da la gana. Si vas a la cuadra, hay un zapatero, ¡Vaya, lo bien que cose! Si vas a subir las escaleras, hay allí un tío que tiene unas uñas … que desforraja a tos. Y, gracias que no pude subir, que todavía había uno arriba que decía:

¡¡ Traédmelo aquíiiiiii …!!

¡¡ Traédmelo aquíiiiiii …!!

Y otro más arriba que decía:

¡¡ Que le rompan el culo …!!

¡¡ Que le rompan el culo …!!

Al oír todo aquello, los bandoleros salieron a todo correr y no volvieron jamás a poner los pies en aquella casa.

Fuentes:

Mario «El Espino»

Mario “El espino”, apodado así por un antepasado suyo que cayó sobre una chumbera y pasó toda su vida quejándose de las púas que tuvo clavadas en su cuerpo, era un joven que siempre paseaba solo por los campos de Alburquerque.

Un día conoció a una joven, Carmen, que comenzó a acompañarle en sus paseos diarios. Todas las tardes iban a la alberca y se sentaban juntos en la parte de piedra que rodea al pozo, Mario se acercaba con cuidado porque cuando era pequeño pudo morir ahogado y tenía un poco de miedo.

Pasar tanto tiempo juntos hizo que la pareja se enamorara y acabara besándose. Blas, padre de Carmen, no estaba muy contento con esa relación y menos lo estaban sus paisanos, pues se decía que Mario era analfabeto y había muchos prejuicios. 

A pesar de todo ello, Carmen seguía viéndose con él, por lo que su padre la mandó a casa de unos familiares a Madrid con la idea de que estar alejados acabaría con esa relación.

Cuando Carmen ya no se encontraba en el pueblo, el día de la romería y, aprovechando que los vecinos tampoco se encontraban allí, Blas quedó con Mario en la alberca. Mario llegó y sin decir nada, se sentó en el pozo como lo hacía siempre, Blas le miró y le empujó de tal manera que cayó al fondo del pozo y, antes de hundirse, pudo decir algunas palabras “¡Ese cardo de ahí será testigo de mi muerte!”.

Fuentes: