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Cuentos de tontos – La muerte del tonto

El siguiente cuento está contado por Antonio Farropo, de la Campiña de La Codosera y transcrito por Manuel Simón Viola Morato para el libro:

A Juan el tonto lo mandó su madre a por una carga de leña. Cuando llegó, se puso a cortar una pernada de encina, sentado en la pernada y cortando en el tronco. Pasó por allí uno que le dijo:

– ¡Juan! En cuanto acabes de cortar la pernada te caes

– ¡Qué me voy a caer con lo bien agarrado que yo estoy!

En efecto. Cortó la pernada y se cayó el tonto para el suelo. Dijo entonces:

– Ese tío es muy listo. Ese tío tiene que saber cuándo yo me muero.

Sale con el hacha derecho al tío diciéndole:

– Tú me tienes que decir a mí cuándo me muero yo. Tú tienes que saberlo.

El otro, para salir del paso, y un poco asustado le dijo:

– Pues mira, le echas una carga de leña buena a la burra y la pones a la barrera arriba y cuando se tires tres pedos entonces te mueres tú.

El tonto cargó la burra bien cargada, la arreó y la burrita, barrera arriba, se tiró una castaña. El tonto dijo:

– ¡Me siento poco bueno! ¡Arre, burra, que no voy a llegar a casa!

Le dio un palo a la burra y la burra se tira otro. El tonto dijo:

– ¡Ay, ¡qué malo estoy!

Y ya últimamente la burra se tira el tercer pedo. El tonto se cayó para el suelo y dijo:

– ¡Ya estoy muerto!

La burra siguió para delante con la carga de leña y del pueblo salieron en busca de Juan el tonto y lo encontraron allí tumbado al pie del camino.

– Callaros, que estoy muerto.

– Venga, hombre, déjate de tonterías.

– Que no, que no. Que yo estoy muerto. Que no puedo moverme.

“¿Cómo hacer para que este se venga para casa?”, pensaron, y uno dijo:

“Pues vamos a mandarle la novia, a ver si así se viene”.

Le mandaron la novia, y cuando llegó, levantó el tonto la cabeza y vio que estaban los dos solos allí en el campo, y dijo:

– ¡Ay, Dios, que ocasión para si yo estuviera vivo.

Fuentes:

Cuentos maravillosos y de encantamiento – Juan de la cachiporra y la cueva encantada

El siguiente cuento está contado por Antonio Farropo, de la Campiña de La Codosera y transcrito por Manuel Simón Viola Morato para el libro:

Un oso robó una moza, se la llevó a una cueva y al fin de equis tiempo la moza tuvo un hijo. El oso, cuando salía a buscar fruta y comida para la moza y el niño, ponía a la puerta de la cueva una piedra muy gorda. La madre le contaba entonces al hijo una historia de la cueva de los tres encantos y que había tres monstruos guardándolos, hasta que el afán del muchacho era desencantar aquellos encantos. Al fin, le dijo a la madre que estaba dispuesto a ir y la madre le preguntó cómo iba a salir si la puerta tenía una piedra puesta. “No, yo tengo mucha fuerza; yo soy capaz de sacar esa piedra”. Sacó la piedra y salió.

Hizo una cachiporra que pesaba cuarenta arrobas y salió marchando. Pasó por uno que estaba labrando con una yunta de burros y le preguntó si sabía el camino de la cueva de los tres encantos y el hombre que estaba labrando cogió el arado con las burras y señaló:

– ¡Es pa allí!

– Oye, y ¿tú te querías venir conmigo?

-Siiiií. Yo voy

Soltó los burros y se fue con él, y yendo andando los dos se encontraron otro que estaba arrancando pinos en el medio de un pinar. A diestra y siniestra echaba las manos a un pino, y uno, otro, y aquel, y otro. Le preguntaron:

– Eh, ¿falta mucho para llegar a la cueva de los tres encantos?

– No, poco. Es allí. -dijo señalando con uno de los pinos más grandes

– ¿Te quieres venir con nosotros que vamos a desencantar la cueva de los encantos?

-Sí, yo voy

Llegaron los tres y ninguno quería bajar al algarve (un agujero profundo en la tierra), así que bajó él, pero les dijo: “Yo me llevo una campanilla y cuando la toque vosotros tiráis para arriba de la soga porque es que estoy en peligro”.

Bajó y llegó cierto momento que entre mosquitos y murciélagos y cosas se vio completamente angustiado y tocó la campanilla, pero como los otros ya tenían miedo de él lo que hicieron fue soltar la soga y cayó, y cayó en otro mundo; y cuando se vio allá se dijo: “Bueno, pues aquí ya, a lo hecho, pecho”. Salió andando por una vereda y se encontró una rivera con unas pasaderas que ponían:

“Passarás mas não voltarás”

“Pues yo paso”, dijo, pero no fue más que poner un pie en el otro lado de la rivera se presentó un toro bravo berreando y bramando. Echa mano a la cahiporra, palo va, palo viene, tuvieron una gresca grande, y al fin ganó al toro. Entonces se oyó una voz que salía de la boca del toro que decía: “Rájale la barriga”. Lo hizo y salió de allá una moza bonita, bonita, que se fue con él.

Iban andando y se encontró con otra rivera y otras pasaderas que decían igual:

“Passarás mas não voltarás”

“Pues yo paso”, dijo, y nada más pasar, ¡una serpiente! Cachiporrá va, cachiporrá viene, hasta que venció a la serpiente. Entonces una voz dijo: “Rájale la barriga a la serpiente”. Lo hizo y salió de allá otra moza todavía más guapa que la primera y se la llevó también con él.

En otra rivera le pasó lo mismo y en la otra orilla se le presentó el diablo con una horca en la mano pegándole jinchonazos, pero el tío con su cachiporra, porrada va, porrada viene, derrotó al diablo y una vez que lo tuvo derrotado echó mano a la navaja y le cortó las orejas y se las metió en el bolsillo. Entonces se apareció otra moza más guapa todavía que ninguna de las otras dos. ¡Tres mozas a cuál de ellas más guapa! “Pues ahora, dijo, me vuelvo para la cueva”.

Llegó, tocó la campanilla, le echaron la soga y subió una moza, volvió a tocar la campanilla y subió otra, tocó otra vez y salió la otra, pero a él, por mucho que tocó la campanilla, el Arrancapinos y Juan de las Burras le tenían miedo, y no le echaron la soga. El hombre se vio desesperado, sin nada que comer, y se acordó que en el bolsillo tenía algo: sacó las orejas del diablo y empezó a comérselas. Entonces se presentó el diablo y le dijo:

– Pídeme lo que quieras, pero no me roigas las orejas.

– Pues si quieres que no me las coma, ponme arriba.

Ya arriba, se echó a cuestas la cachiporra y salió en busca de los otros dos, pero ellos, cuando se enteraron de que Juan de la Cachiporra andaba por allí, pusieron pies en polvorosa y por aquí cerca pasó uno corriendo. Las tres mozas se quedaron con Juan.

Fuentes:

Cuentos de listos – Don Monociego

El siguiente cuento está sacado del libro Cuentos populares arrayanos, escrito por Manuel Simón Viola Morato:

Don Monociego [amo]

Luminancia [lumbre]

Rabichote [gato]

Morundangos [asientos de corcho]

Santos [Chorizos]

Brazos de a Constancia [cama]

Superior de abundancia [agua]

Fuentes:

La tía Lechona

En La Codosera, desde mediados del siglo XX había un personaje conocido por todos, la Tía Lechona.

Mientras se paseaba por el pueblo era común encontrarse varios sapos colgando de las parras, atados por una pata y con un plato colocado debajo, preparado para ir recogiendo la baba que fuese cayendo de éstos.

Diversos eran los rituales que implicaban a sapos. Hay gente del pueblo que recuerda haber visto, pasando el arroyo Abrilongo, un sapo enorme (zapallón) con la piel de medio cuerpo arrancada. Parece ser que las brujas cogían su piel, la metían en una caja y la introducían en el horno. Una vez ya secada, la molían y quedaba como una harina que servía para mezclar con almendras, caramelos o incluso echar un poquito en el agua para, así, acabar contigo.

A los niños, desde bien pequeños, se les enseñaba a hacer la higa con los dedos para protegerse de los hechizos y males de ojo cada vez que pasaban por la puerta de la Tía Lechona.

La higa o figa es un amuleto en forma de puño cerrado, con el dedo pulgar asomando levemente entre el dedo índice y corazón. Se desconoce su origen, pero es un símbolo mágico extendido por gran parte de Europa y el Mediterráneo.

Amuleto de la higa (Imagen sacada del libro Extremadura secreta: Brujas, sabias y hechiceras de Israel J. Espino)

Tradicionalmente, se ha utilizado para repeler los supuestos efectos del mal de ojo transmitido por determinadas personas. Se consideraba que los más propensos a estas miradas aviesas eran los niños y los ancianos.

El mal de ojo ha sido considerado, desde siempre, una herramienta que permite equilibrar conflictos entre sociedades pequeñas o cerradas. Servía para establecer los límites morales y sociales de la comunidad, definiendo como aojadores a todas aquellas personas que se consideraban indeseables: viejas, forasteros, tullidos e, incluso, gitanos.

Aunque este aojamiento puede ser voluntario, aprovechando la envidia de la persona que lo realiza, también se puede dar el caso de que sea involuntario, debido a la fuerza que alguien pueda tener en sus ojos sin ser capaz de controlarla.

Fuentes:

  • J. Espino, Israel (2019). Extremadura secreta; brujas, sabias y hechiceras
  • Uriarte López, Luis María (1994). La Codosera; Cultura de fronteras y fronteras culturales
  • La imagen de la portada es de Kayla Maurais, disponible en Unsplash

Aparición mariana de La Codosera

Cerca de La Codosera se encuentra un paraje denominado Chandavila en el que, en 1945, se produjeron unas supuestas apariciones marianas que llamaron la atención a todos los vecinos de la zona. Las testigos de estas apariciones fueron, Marcelina, Dolores y Afra.

Marcelina

El 27 de mayo de 1945 a las tres de la tarde, Marcelina Barroso, de nueve años, iba con su prima Agustina González, de la misma edad, desde La Codosera hasta el caserío El Marco para cumplir un encargo de la madre de Marcelina. El encargo era conseguir un poco de café y tabaco, algo característico del contrabando de la época.

El camino que tomaron para ello era considerado un camino peligroso, ya que no era el camino que hay actualmente, sino que era uno situado más a la izquierda. Se le consideraba peligroso no solo por ser el camino del contrabando, sino también porque pasaba cerca de la conocida “Casa del miedo”.

En la foto se puede ver a Dolores, sujetando una vara, seguida de Marcelina a la derecha y Afra a su lado (Imagen sacada del libro La Codosera, un pueblo con raíces y costumbres rayanas de José Luis Olmo Berrocal)

Mientras realizaban el encargo, sobre las 10-11 a.m., habían recorrido poco más de tres kilómetros cuando, al pasar por lo que se conoce como Chandavila, Marcelina se fijó en un oscuro y extraño bulto que se veía sobre un castaño. Centrada en cumplir con el encargo de su madre, no le hizo mucho casó y, como tenía que volver a pasar por ahí a la vuelta, ya miraría mejor luego.

Volviendo ya del encargo y pasando de nuevo por Chandavila, Marcelina tenía curiosidad y volvió a mirar sobre el castaño para ver si aquel bulto seguía allí, solo ella lo vio, su acompañante no. Cuenta la tradición que esa fue la primera aparición de la Virgen.

A llegar a casa, Marcelina se lo contó a su madre, quien le dijo que no lo se contara a nadie. Sin poderse aguantar, se lo contó a su abuela, quien habló con su madre para intentar que la niña pudiera hablar de ello con más gente, sin mucha suerte. Marcelina, junto a su abuela, fueron a ver al vecino de ésta, se llamaba Pacucho, quien le dijo que volviera a llevar a la niña a Chandavila. Así lo hizo, al día siguiente Marcelina volvió a ver a la Virgen y entonces volvieron a hablar con su madre y a partir de ahí ya lo supo todo el pueblo.

Marcelina siguió yendo a Chandavila todos los días, ya que siempre la citaba la Virgen para hablar con ella, unos días a una hora y otros a otra. Su madre le decía que la gente no la creía, que esto era mentira y el cura, que no la creía, le dijo que la próxima vez que viera a la Virgen, le preguntara qué es lo que quería y le pidiera que hiciera un milagro.

El 4 de junio, por la mañana, Marcelina volvió a ver a la Virgen y ésta le pidió que volviera por la tarde, que haría un milagro y Marcelina así lo hizo. Esa tarde se corrió la voz y había más de 3000 personas con ella, entre ellas, el alcalde, la Guardia Civil, médicos, curas, etc., todo el mundo pendiente de Marcelina y de la Virgen.

Cuando se le apareció la Virgen, le dijo a Marcelina que caminase de rodillas hasta ella, tenía que ir desde donde antes estaba el regato (Marcelina pone énfasis en que la Virgen le dice regajo), ahora carretera, hasta el castaño, con todo lleno de piedras, erizos, espinos y terrones resecos. La Virgen le dijo que no se preocupara y le aseguró que, por donde ella fuera andando, iría colocando una alfombra de hierbas y juncos. Marcelina comenzó entonces a andar de rodillas, abriéndose paso entre la multitud y se paró frente al castaño, donde permaneció unos diez minutos arrodillada en éxtasis. Cuando se le pasó el éxtasis, le preguntaron qué había visto y ella dijo que había visto a la Virgen, quien le había pasado la mano por la cara y le había dado un beso en la frente diciéndole “ya tienes el milagro”. Los médicos acudieron a ver a Marcelina cuando salió del éxtasis y vieron que no tenía nada.

Con los años, Marcelina tuvo más encuentros con la Virgen, en algunas ocasiones estuvo acompañada de su maestra, doña Josefa Martín y, en otras, de su amiga Afra.

Dolores

Dolores comenzó a ver las apariciones a los pocos días. La Virgen le había dicho a Marcelina que, junto a Dolores, fueran a Chandavila y allí fueron, acompañadas de todo el pueblo. Cuando estaban viendo la Virgen quedaron extasiadas y fue Dolores quién, de repente, se levantó con las manos pegadas y mirando al cielo empezó a marcar, paso a paso, el contorno exacto en el que iría la futura capilla a la Virgen de Chandavilla. Los informantes de la época aseguran que la huella de sus talones permaneció indeleble en el suelo hasta que los obreros pudieron allanar el terreno para cercar y plantar el actual jardín.

Dolores, tras salir del éxtasis y habiendo marcado el lugar, dijo que había marcado 17 m2 exactos y, como las autoridades no se fiaban, cogieron a un albañil y le pidieron que midiera para ver si era cierto lo que Dolores había dicho y así fue.

Diversos informantes hablan de que lo que marcó Dolores no es dónde está construida la actual ermita, sino que es un jardín que hay vallado arriba en la sierra. La ermita se construyó más abajo porque los albañiles decían que era muy difícil subir todos los materiales a la sierra.

Afra

Afra, en el centro, con sus amigos (Imagen sacada del libro La Codosera, un pueblo con raíces y costumbres rayanas de José Luis Olmo Berrocal)

De forma paralela a todos estos hechos narrados, se produjeron las visiones de Afra Brígido Blanco.

Afra al principio no creía, ni ella ni sus amigas, pero un día, nada más llegar a Chandavila creyó ver entre las nubes algo que parecía una capilla y una silueta con la forma de una cruz, aunque no le dio demasiada importancia. Al día siguiente volvió al mismo lugar a sentarse frente al castaño de las apariciones. Era la misma hora que el día anterior cuando vio salir, de entre las nubes, un objeto oscuro que, al irse acercando, dejaba clara la imagen de la Virgen Dolorosa con el rostro vuelto hacia la derecha. Afra, de la impresión, se desmayó y cuando volvió en sí, muy asustada, corrió hasta su casa.

Posteriormente, volvió a ver la aparición de forma prácticamente idéntica a la vez anterior. Esta vez entró en éxtasis y comenzó a andar de rodillas en dirección a la Virgen, por el regato. La Virgen le dijo que continuara caminando hacia ella, pero levantada y le dijo que siempre estaría a su lado. Le comunicó un secreto, le predijo grandes sufrimientos y al final le mandó un beso para Marcelina, que se encontraba allí junto a Afra, además de pedirle que se persignase. En apariciones posteriores, la Virgen le pidió el rezo del Santo Rosario y la construcción de una ermita en aquel lugar, así como que cantara en la misa solemne del día 4 de septiembre.

Más tarde, en el mes de julio, vísperas de Santiago, Afra estuvo con unas amigas visitando la ermita de Nuestra Señora de la Encarnación en Villar del Rey. Allí estaban Marcelina y Dolores también, ya que la Virgen les manifestó a ambas que fueran a ofrecer misa.

Afra acudió al templo mañana y tarde durante varios días y en una de sus visitas, cuando estaba realizando el Vía Crucis, entró en éxtasis y se desmayó. A raíz de esto, le salieron unas llagas en las manos con una incisión en el centro, otras en el costado y, por último, otras en los pies. Informantes cuentan que las llagas de las manos eran cuadriculadas y que, en Semana Santa, cuando llega jueves y viernes santo, siente como si la estuvieran crucificando.

Chandavila

Como hemos visto anteriormente, las apariciones de Chandavila se comienza a “oficializar” en 1945 pero, setenta y cinco años antes ya se había producido una posible aparición. En junio de 1870, una niña aseguró ver a la Virgen en Valleseco, cerca de Chandavila. Todos los vecinos del pueblo acudieron al lugar, cerca de donde se encuentra ahora el santuario de Chandavila y el párroco que había por entonces, Agustín Rubio Mero, ofició una misa de campaña en el lugar de la presunta aparición.

Tras todas estas apariciones, Marcelina estuvo en un colegio de religiosas de Villafranca de Los Barros para, más tarde, ingresar como religiosa en la Congregación de Hermanitas de la Cruz el 2 de agosto de 1975, en Sevilla. Allí se ha dedicado al cuidado de enfermos, huérfanos, pobres y ancianos, tomando el nombre de Sor María de la Misericordia de la Cruz. También cuentan haberla visto en el Hospital Infanta Cristina de Badajoz cuando su madre estaba enferma, cuidándola.

Por otro lado, Afra vivió y trabajó en un hospital de Madrid dedicándose a obras de caridad hasta su muerte el 23 de agosto de 2008, con 80 años y tras una larga enfermedad.

La Iglesia nunca se ha pronunciado de forma oficial sobre estos hechos, aunque permitió la construcción del Santuario el 27 de mayo de 1947, día en el que comenzaron las obras. El complejo religioso, denominado Santuario de Nuestra Señora de los Dolores de Chandavila, está compuesto por una pequeña capilla que cubre y encierra el castaño donde se apareció la Virgen y una iglesia de mayores proporciones, presidida por una imagen de Nuestra Señora de los Dolores.

En base a esto, todos los años tiene lugar una peregrinación religiosa muy concurrida el 27 de mayo.

Fuentes:

La casa del miedo de La Codosera

Entre el caserío de El Marco y el Santuario de Nuestra Señora de los Dolores de Chandavila, en la carretea de camino a Portugal, se encuentra, solitaria, abandonada y rodeada de zarzales, una vieja casona conocida en La Codosera y en sus alrededores como La casa del miedo.

La historia de esta casa está repleta de leyendas, leyendas que relatan sucesos paranormales ocurridos tanto en el interior de la vivienda, como en sus inmediaciones.

Se cuenta que, a principios del siglo XX, había una familia que vivía en esa casa y que durante años vivió un auténtico calvario debido a la cantidad de fenómenos extraños que allí tenían lugar. Enseres domésticos que se desplazaban solos, puertas cerradas con llave que se abrían durante la noche, utensilios de cocina que aparecían revueltos al amanecer o cántaros que, desde el poyete, caían al suelo y se quebraban.

Ilustración de la leyenda «La casa del miedo» hecha por Borja González Hoyos para el archivo Rutas Mágicas por la Provincia de Badajoz

Aun así, lo peor estaba por llegar, la casa no comenzó a tener realmente fama hasta que el vendedor ambulante, Manuel Estrella, vivió en ella el suceso más inquietante de su vida.

Pasaba Manuel con un carro tirado por mulas por el camino que discurre justo delante de la vivienda cuando, estando justo en frente, las mulas se paran en seco negándose a dar un paso adelante. Por más que lo intentó, propinándoles gritos y palos, los animales no se movieron.

Manuel, desesperado, llamó al amo de las mulas quién tampoco consigue hacer que se muevan del sitio. En el momento en el que más enfadado se encontraba, Manuel recibió dos sonoras bofetadas en pleno rostro. Pálido y sin saber de dónde le habían venido, se bajó del carro huyendo despavorido.

Fue a partir de ese momento cuando se empezó a conocer como La casa del miedo.

Estos hechos tuvieron una gran incidencia en todo el pueblo y algunos incluso llegaron a afirmar que el demonio habitaba el lugar. Hay testigos que afirman haber escuchados susurros silbantes y surgiendo de la nada y en otras casas y huertos cercanos han ocurrido extraños sucesos parecidos: vajilla que salta sola desde los estantes, pasos invisibles que rodean el exterior de la casa, voces susurrantes, nieblas extrañas, luces inexplicables, fuertes sonidos nocturnos que surgen del interior de los muebles y de los electrodomésticos…

Las personas más antiguas de la zona cuentan que estos fenómenos extraños dieron lugar a las apariciones de la Virgen en Chandavila en 1945, ayudando así a mantener la calma en el lugar.

La casa estaba abandonada en la postguerra y como está en la frontera con Portugal, resultó ser un lugar idóneo para operaciones de contrabandistas. Se dice que esos contrabandistas se encargaron de perpetuar estas las leyendas en torno a la casa para mantener alejados a vecinos y curiosos.

Fuentes:

Dichos de La Codosera

Los dichos y las frases hechas forman parte de la cultura de los pueblos. En La Codosera hay expresiones propias con señas de identidad, se dice que, en La Codosera:

no dejan las cosas para luego: las quedan para andispués

no se pasa frío: se arricen

no se oxidan las cosas: se arrujentan

no se pesca con cebo: pescan con miñocas biñocas

no se ensucian: se llenan de cascarrias

cuando se estropea algo: se changa

no hacen embutidos: hacen chasina

una cosa no está sosa: está desaboría

no pelan los embutidos: les quitan la pellica

cuando le colocan a otro el muerto: se lo endiñan

no dan golpes: pegan estacasos

no comen judías: comen fradiños

no huele mal: jiede

si alguien se cae de bruces: se pega un josicaso

un granuja: es un malté

un calzonazo: un mangajón

no usan bolsos grandes: llevan morrá

no caen heladas: caen pelúas

no hacen aguadillas: pegan samargullos

no ven mucho humo: ven sorreras

cuando una persona es lista: sabe más que los ratones coloraos

si alguien va despeinado: parecen una carqueja

no se van: transmontan

no se despistan: se quedan medio alelaos

no tienen nombre: todos somos tuuu…

los que son jóvenes: tienen una paveeraaa

no hacen siempre la misma tarea: es un rutina

no gritan: pegan unos berríos de la hostia

no salen a emborracharse: se van de chambras

no se reafirman: dicen, tonseee no? prendaaaa

no se desnudan: se quedan peletes

no hacen el amor: socotrean

una persona no es cotilla: es un joío lambusero

no se atragantan: se añugan

cuando algo está cerca: está arriente

las ventanas no están abiertas: están escancanás

no tienen el estómago pesado: están enrataos

una persona desaliñada: es un farragua

a un holgazán: le llaman gandumba

un columpio: es un blansaero

no se caen al suelo: se dan un canastraso

no dan bofetadas: jarrean gallúas

no comen: llenan la coruja

no dan capones: meten un crujía

no están tiritando: está entenguesíos

no se despeinan: se despelujan

no van mal vestidos: van jecho unfarragua

no dan evasivas: dicen ali/ayas

si se arriman mucho: son unos pegajatos

no molestan a otros: changan la narria

Fuentes:

  • Olmo Berrocal, Jose Luís (2012). La Codosera, un pueblo con raíces y costumbres rayanas

Semana Santa; El aleluya

Fotografía de codoseranos tocando el campanillo aleluyero (Imagen sacada del libro La Codosera, un pueblo con raíces y costumbres rayanas de José Luis Olmo Berrocal)

No hay nada que represente más a La Codosera como el Aleluya. Celebrar el Aleluya no es lo mismo que Correr el Aleluya, como veremos a continuación.

La fiesta ha sufrido su deformación, anteriormente, la Celebración del Aleluya tenía lugar la noche del sábado de Gloria-Domingo de Resurrección, en la que los codoseranos acudían a misa con lo que se conoce como el campanillo aleluyero. Este es el verdadero protagonista de la fiesta ya que lo hay de muchos tipos según su tamaño, sonido, procedencia, antigüedad, etc… Tenemos el caio masho (campanillo macho), la manga, la media manga, el miau, el sucaya, el revolero, la piqueta, los companihlos o chocalhos, las esquiloas o sinetas (campanillas)

Eso sí, para respetar la misa de medianoche, el badajo del campanillo debía permanecer inmovilizado con algún paño o papel para que no hiciera nada de ruido hasta que el cura finalizara la misa, a medianoche, y anunciase la resurrección con el Gloria Aleluya. En ese momento, todos los aleluyeros que habían estado fuera de la iglesia, en la plaza, esperando a que finalizara la misa, irrumpían dentro de la iglesia, avanzando por el pasillo central hasta el altar para invadir el presbiterio y hacer sonar estrepitosamente el campanillo. Tras ello, se retiraban a sus casas hasta el día siguiente cuando, a partir de las 6 de la mañana ya estaba autorizado celebrar el aleluya y se podía ir tocando el campanillo por las calles del pueblo. Este era el orden establecido: resurrección, pascua y aleluya.

En los años 50 llegó al pueblo un cura sevillano, José Martín, al que le habían contado cómo era la fiesta, pero solo de forma general. Quedó encantado y decidió, por su cuenta, que los campanilleros entraran y tocaran los cencerros aquel año, por primera vez, dentro de la parroquia durante la celebración de la misa.

Allí estuvieron los mozos puntuales ese año y en cuánto el cura dijo “¡Que abran las puertas de la calle!” el ruido que se armó era ensordecedor, no se cansaban de tocar con toda la artillería que llevaban encima y el cura no era capaz de manejar la situación. Cuando, finalmente, se cansaron y se fueron, José se prometió a si mismo que esa sería la primera y la última vez que entraban en la parroquia, al menos mientras él estuviera de párroco. Así fue, 40 años tuvieron que pasar para que los campanilleros entraran de nuevo en la iglesia.

Lo contrario a esto era Correr el Aleluya, una deformación de la fiesta procedente de la prohibición de la fiesta en la guerra civil. Consistía en que, la noche de ese mismo sábado, los vecinos del pueblo, sin importar la edad, se echaban a la calle para correr al Aleluya, esto hacía que los municipales, cuando eran la autoridad, y, posteriormente, la Guardia Civil, cuando asumió la seguridad ciudadana, también se echara a la calle, pero para capturar a cualquier aleluyero que se atreviera a romper ese orden de celebración y el silencio de la noche. La noche del sábado de Gloria se convertía en el escenario perfecto para jugar a policías y ladrones.

Esta contraparte comenzaba exactamente igual, con la diferencia de que, una vez finalizada la misa, la norma era que esa noche los aleluyeros se la pasaran huyendo, escondidos por el campo y burlándose de la policía. Los que tuvieran menos suerte, la pasarían en el calabozo hasta que dieran las 6 de la mañana y la fiesta quedara autorizada.

Mientras se corría el Aleluya, era costumbre irrumpir dentro de las viviendas habitadas, se buscaban puertas abiertas por las que; entrar corriendo, pasar al corral, de ahí saltar a la siguiente casa, salir por la puerta delantera y vuelta a repetir. Un lugar fijo de paso era la panadería.

Conociendo esto, a veces, los panaderos les tenían preparada alguna sorpresa. Dejaban las puertas abiertas, hecho que hacía que los aleluyeros se colasen nada más verlas. Entraban por el pasillo de la panadería como miuras y justo cuando ya no había forma de retroceder, los panaderos que habían estado ocultos en mitad del pasillo dejaban caer sacos de harina vacíos, aunque bien impregnados, haciendo que los aleluyeros salieran de la panadería completamente blancos, prácticamente irreconocibles.

Los codoseranos, como ya conocían la tradición, trataban de cerrar y asegurar bien las puertas, otros ponían a salvo y escondían cualquier pertenencia porque sabían que el Aleluya pasaba arrasando con todo lo que encontrara a su paso. A los más descuidados, podían desaparecerle un tablero lleno de bollos de pascua, algo tan típico y exquisito hecho por esas fechas.

Como hemos dicho al principio, la fiesta ha cambiado bastante.

Actualmente, el pueblo sigue saliendo todos los años a celebrar el Aleluya, con sus campanillos, y la madrugada del sábado al domingo de resurrección, a las 12 de la noche, los hacen sonar.

También se hace un recorrido por todo el pueblo, pero no se celebra la misa que tenía lugar antes. Aunque se busca recuperar también esta tradición.

Fuentes:

Jornadas Micológicas Transfronterizas de La Codosera

Es un evento que se realiza desde 2006, convirtiéndose por primera vez, en 2019, en unas jornadas transfronterizas. Busca mezclar el sector de la micología con otros como, por ejemplo, el de la cocina. Este año, 2022, será la 18ª edición. Se celebran en octubre/noviembre, dependiendo de las primeras aguas, ya que las setas dependen de ello y suelen durar un fin de semana.

Cartel de las XVIII Jornadas Micológicas Transfronterizas de La Codosera (Imagen sacada de la página de Facebook del Ayuntamiento de La Codosera)

Antes de la pandemia, las jornadas se llevaban a cabo entre Portugal y España. Se comenzaba en Portugal con una recolecta de setas, concursos de fotografía, cocina en vivo, etc. y luego ya se pasaba a celebrar en La Codosera, con salida, de nuevo, al campo para recolecta de setas, diversos talleres, ruta de la tapa, mercado de otoño, animación por parte del grupo “La Besana”, ponencias, conciertos y hasta una ruta por los parajes rayanos.

Durante la pandemia, se optó por un cambio más de proximidad, organizando una ruta para recolectar setas, con la ayuda de la Sociedad Micológica Extremeña, quien se encarga de catalogarlas y exponerlas en la casa de la cultura, llegando a haber una variedad de más de 300 especias.

Las jornadas se celebran de la siguiente manera:

  • Comienzan con una recogida de setas, el viernes, gesto que aprovechan los más fans de las setas para pasar el día en el campo y comer allí en lo que llama día de bota y campo.
  • El sábado suele ser un día más para familias y gente de fuera de la localidad, que desconocen la fiesta y vienen a formar parte de ella.
  • Por último, el domingo, se realiza una entrega de premios: a la seta más grande, la más rara, etc.

A continuación se puede ver el programa de este año para tener una idea del evento en general:

Programa de las XVIII Jornadas Micológicas Transfronterizas de La Codosera (Imagen sacada del sitio web de La Codosera)

Programa de las XVIII Jornadas Micológicas Transfronterizas de La Codosera (Imagen sacada del sitio web de La Codosera)

Durante las Jornadas Micológicas también tiene lugar un mercado artesano, en él los artesanos de la zona tienen la oportunidad de exponer sus productos durante la fiesta. No es algo fijo, ya que se mueve entre otras celebraciones, como puede ser la Feria Raiana.

Este año, se espera recuperar la tradición de comenzar la celebración en Portugal.

Fuentes:

Carnavales; El entierro de la sardina

El entierro de la sardina en La Codosera es algo tan característico del pueblo, que se ha celebrado toda la vida, incluso cuando estaba prohibido y en ningún otro pueblo se hacía. Destaca por su peculiaridad ya que, a pesar de que la norma era celebrarlo un martes, en La Codosera se celebraba el miércoles de ceniza.

Cartel del Carnaval de La Codosera de este año, 2022 (Imagen sacada de la página de La Codosera)

La celebración del entierro de la sardina ha cambiado bastante, antiguamente, este cortejo fúnebre comenzaba por la tarde, sobre las 18:00, encabezado por un sacristán portando una cruz-estandarte, de cuyos brazos cuelgan cuatro sardinas, seguido de un coche funerario improvisado que se encargaba de amenizar toda la escena con música. Después del coche funerario, aparecían dos paisanos vestidos con capas canturreando, en tono gregoriano, responsorios (oraciones en versículos) en una mezcla de idiomas (latín, portugués, español y portuñol). Luis María Uriarte recoge en su libro algunos de ellos:

¡Dominus nobiiiscum! Et cum spiritu tuuuo …

Ahora [sic] pro nobis Jesucristo. El pensaba que morría y no aprobaba iiisto.

Ahora pro nobis Cristo ‘a lisao a moslao amigo simaaao!

Tras todo lo anterior, cuatro jóvenes seguían a la comitiva portando un féretro que, en lugar de una sardina, llevaba un muñeco con forma de hombre adulto, a tamaño natural, con la tez negra y completamente vestido y con todos sus complementos; corbata, calcetines y zapatos. Había un pero, el muñeco tenía la bragueta del pantalón abierta y de ella emergía un pene tallado en corcho que contaba, en su base, con dos patatas por testículos. Pero que nadie se asuste, se encontraba bien tapado por un paño negro durante todo el recorrido, solo salía a saludar cuando se concentraba un gran número de chicas jóvenes, arrancando gritos y carcajadas de las dolientes (también conocidas como plañideras, que eran mujeres a las que se les pagaba para ir a llorar a los entierros) y de los vecinos del pueblo.

Siguiendo al féretro, iba una monaguilla con un bote de pintura lleno de agua bendita que se encargaba de bendecir a los mirones y a las dolientes, vestidas con elegantes trajes negros de luto y peinetas bien altas, acompañadas de algunas de las comparsas y vecinos del pueblo, disfrazados de forma independiente.

A lo largo de todo el cortejo se iban diciendo varios responsorios. A continuación, vamos a destacar algunos de los que tenían lugar antes de la quema del muñeco.

Haciendo un juego de palabras, uno de los curas recitaba en la plaza:

Las muchachas de este pueblo, miran mucho al espeeejo, y dicen unas

pa’ otras, qué largo tiene los pe…

Pensé que estabas durmiendo en cama de dos colchooones y estabas

con las dos manos cogiéndome los co…

Cógeme ese gato negro y dáselo a esa mujeee’, que viene la probrecilla

cansadita de jo…

José se llama el marido y Josefa la mujeeer, y un hijo que tenían José se

llama tambieeén.

Una vieja mu’ revieja de 1a Quinta ‘el 58, con una tijera vieja se estaba

pelando el pe…

Pensé que estabas durmiendo… [se repite].

Amen. Requiequem [sic] in pacis. Amen. Por to’ seculá seculorum.

Amen.

Tras ello, se hacían chascarrillos mientras se iba levantando el muñeco y se preparaba para su quema.

Mientras tenía lugar la quema, las dolientes se despedían entre gritos y lloros del amor de su vida, el cual, con su quema, daba finalización al cortejo permitiendo que los vecinos del pueblo comieran abundantes sardinas y bebieran sangría para ahogar las penas.

La fiesta ha evolucionado, se sigue celebrando a día de hoy, pero con algunas modificaciones debido, mayormente, a la falta de gente en la localidad. La celebración dura desde el viernes hasta el martes, que es cuando tiene lugar el entierro de la sardina.

  • El viernes se celebra el concurso de murgas
  • El sábado y el domingo se celebra el carnaval, como siempre
  • El lunes tiene lugar un carnaval infantil
  • El martes se celebra el entierro de la sardina

Actualmente, la sardina es diseñada a principio del carnaval por mayores y pequeños, cambiando cada año el diseño y los materiales de la misma. Este año, 2022, ha sido hecha con telas recicladas, buscando la sostenibilidad.

Fotografía de la sardina de este año, en el carnaval de La Codosera (Imagen sacada de la página de Facebook del Ayuntamiento de La Codosera)

Al final del carnaval se hace todo el cortejo, con su posterior entierro y quema de la sardina, manteniéndose, también, la celebración final con sardinas y sangría.

Fuentes:

  • Uriarte López, Luis María (1994). La Codosera; Cultura de fronteras y fronteras culturales
  • El sitio web del Ayuntamiento de La Codosera: https://lacodosera.es/plantilla.php?enlace=fiestas_y_tradiciones
  • La reunión con el alcalde de La Codosera, Joaquín Tejero Barroso y con el concejal de cultura, Juan Ángel Martínez Vaz