Category: 02.2.3 Tradición oral

Vocabulario de Almendral

Vocabulario

A

  • Abangao: Abombado. Se dice del piso que no está llano.

C

  • Cefrao, á: Rendido, cansado.
  • Cura: Carraleja

CH

  • Chalante: Campante, ufano, satisfecho.

M

  • Madre del agua: Salamandra.

T

  • Teresita: Mantis religiosa.

Z

  • Zapatero: Libélula.

Fuentes:

El arriero y los ladrones

Camino para Mancha caminaba un arriero;

Buen zapato, buena media y buen bolso de dinero,

Jarriaba siete machos, ocho con el delantero;

Nueve se pueden llamar con el de la silla el freno,

Al revolver de una esquina, siete ladrones salieron.

Le preguntan los ladrones: – ¿Dónde va, mozo arriero?

-Camino para la Mancha, con un encargo que llevo.

-Pa la Mancha vamos todos, todos juntitos iremo.

De lo siete que aquí vamos, ninguno lleva dinero.

-Por dinero no lo hagáis, que yo dinero lo llevo;

Que llevo aquí más doblones que estrellitas tiene el cielo.

Los ladrones se miraron y todos se sonrieron,

Y a la venta de Aragón a beber vino se fueron.

El primer vaso de vino fué para el mozo arriero,

Y él no lo quiso beber, porque tenía veneno.

De los siete que allí iban, siete sables descubrieron,

Y el mozo descubrió el suyo, que cortaba hasta el acero.

De los siete mató a cinco, y dos se fueron huyendo.

La cantinera gritaba por si le acude el pueblo.

Ya le acudió la justicia; prendieron al arriero.

L’ escribió una carta al rey contándole su proyecto.

Cada renglón que leía, el rey se iba sonriendo:

-Si, como has matado a cinco, hubieras matado a ciento …

Siete reales tiene el mozo mientras viva en este reino,

Y cinco la cantinera, por el vino que bebieron.

 

Fuente:

  • Gil García, Bonifacio. Romances Populares de Extremadura: recogidos de la tradición oral (1944). Págs. 60-61.
  • Fotografía de la portada: https://www.freepik.es

El caballero don Marcos

Dentro del gran abanico de romances novelescos que existen y que Bonifacio Gil recogió para dejar plasmados en su libro “Romances Populares de Extremadura: recogidos de la tradición oral”, se ha encontrado el de “El caballero Don Marcos” perteneciente a Almendral:

Yo conocí a una mocita. / Su madre la maldició:

Que siete hijos tuviera, / y todos siete varón.

-No me maldiga usté, madre; / no me maldiga, ¡por Dio!

Déme usté caballo y sable, / que a la guerra me voy yo.

 

– Tienes el pelo muy largo / para hacer de hembra varón.

– Yo me l’ ocultaré, madre, / dentro de mi morrión.

– Tienes el pecho muy ancho / para hacer de hembra varón.

– Yo me l’ ocultaré, madre, / dentro de mi corazón.

 

Ha cogido su caballo, /ya la guerra se marchó.

Una tarde, en el paseo, / el gorro se le cayó.

Un infante que allí estaba, / d’ ella fue y s’enamoró,

Y la novia que tenía, / llorando se retiró.

 

(Estribillo)

– Madrecita de mi alma, / que yo me muero de amó;

El caballero don Carlos / es hembra, que no es varón.

 

– Convídalo, hija mía (sic), / a comer un día a la mesa,

Que si él fuese mujer, / en lo más bajo se sienta.

Convidó a tres caballeros / un día a comé a la mesa,

Y el caballero don Carlos / en lo más alto se sienta.

 

(Estribillo)

– Madrecita de mi alma, / que yo me muero de amó;

El caballero don Carlos / es hembra, que no es varón.

 

– Convídalo, hija mía, / un día a comer manzana,

Que si él fuese mujer, / toditas las despreciara.

Convidó a tres caballeros / un día a comer manzana,

Y el caballero don Carlos / los bolsillos se llenaba.

 

(Estribillo)

– Madrecita de mi alma, / que yo me muero de amó;

El caballero don Carlos / es hembra, que no es varón.

 

– Convídalo, hija mía, / a tomar baños un día,

Que si él fuese mujer, / desnudarse no podría.

Convidió a tres caballeros / a tomar baños un día,

Y el caballero don Carlos / desnudarse no quería.

 

Lo ha cogido de la mano / y a palacio lo llevó;

Lo ha llevado y lo ha peinado / y de seda lo vistió.

– Yo no me llamo don Carlos, / ni tampoco soy varón;

Que me llamo Isabelita, / Isabel me llamo yo,

Y soy la mejor señora/ que pasea por Badajó.

 

Fuentes:

  • Gil Muñoz, Carlos. Cancionero Popular de Quintos y Soldados (2002)
  • Gil García, Bonifacio (1944). Romances Populares de Extremadura: recogidos de la tradición oral; Págs. 54-55.
  • Fotografía de la portada: https://www.freepik.es

El tesoro de la Calle Cristo

Cuenta la leyenda que hace varios siglos, en una casa señorial situada en la calle Cristo nº 15, propiedad de Juan Sandoval en aquel entonces, se iba a llevar a cabo una idea premeditada de éste con la ayuda de su alarife.

Sin tardar en decidir el lugar, Juan, con un candil en la mano para iluminar la estancia, ordenó al albañil que comenzara a picar un muro ancho con un pico envuelto por una manta para hacer el mínimo ruido posible.

“Un poco más”. Le indicó el amo.

“Hay mucha piedra. Me extrañaba a mí que un muro tan ancho fuera todo ladrillo”.

Habiendo picado durante un tiempo y tras caer mucho polvo rojizo de barro, se podía apreciar un hueco en aquella pared blanca.

“La meto ya”, indicó el viejo alarife mientras se secaba el sudor con la manga de su camisa.

“Espera”, le contestó.

Juan Sandoval se quedó en silencio y miró con un gesto de tristeza el contenido de la bolsa que había hecho con pellejo de becerro. En ella atesoraba su pequeña fortuna. En otro momento, podrían haber sido muchas más bolsas de piel, pero debido al afán por malgastar el dinero por parte de su mujer y de sus hijos, lo perdió casi todo.

Comenzó a recordar una mañana de verano en la que, durante un mercado semanal celebrado en Almendral, sus hijos salieron a caballo y acompañados de sus criados, destrozando todo lo que por su paso se encontraban, nada más y nada menos que las mejores cerámicas, lienzos y porcelanas que los vendedores ambulantes estaban vendiendo. Este divertimento costó muy caro a Juan ya que los vendedores damnificados conocían la fortuna de la familia Sandoval, por lo que aprovecharon y tasaron lo destrozado por encima del valor real.

También pasó por su imaginación cuando sus hijos cambiaron la linde de una finca, apropiándose del terreno de un vecino. Éste, aprovechándose de la fortuna de esa familia igual que los vendedores ambulantes, también valoró el terreno en cientos de reales más de lo que realmente costaban las tierras.

Tras rememorar todos estos recuerdos que tanto daño le habían causado y debido al cúmulo de motivos que tenía, anudó el pellejo del becerro para guardar una notable cantidad de la hacienda que aún poseía y emparedarla para que así los herederos no pudieran malgastarla.

Solo el criado sabía lo que Juan dejaba allí y ambos se prometieron no revelar lo que acababa de suceder.

“Ha tenido que ser así. Moriremos con este secreto”, dijo Juan.

“Sí, mi Señor. Ya vendrá alguien que sí sepa apreciar el sudor que le ha costado amasar su fortuna”, contestó el alarife.

“Gracias, Miguel. Mañana hemos de vernos. Ahora vete y descansa. Es tarde”.

Cuentan actualmente que Juan, ya mayor, murió con la cabeza “perdida” porque un becerro le dio un golpe en la misma durante un herradero. Y uno de sus hijos pasó sus últimos días en la indigencia y tuvo que ser recogido por uno de sus criados.

Mientras tanto, el tesoro permaneció oculto tras un muro del corral de aquel caserón de Almendral, a la espera de que alguien le dé el valor que tiene y honre la voluntad de su original dueño.

Dicen que hoy en día es tentador acariciar los muros de dicha casa, donde se siente el tintineo de las monedas que aún se encuentran en su interior.

 

Fuentes:

La Virgen de Finibus Terrae

Son muchas las leyendas marianas que se cuentan de generación en generación. En el caso de Almendral, la Virgen que le da vida es la de Finibus Terrae.

La tarde del 18 de junio de 1961, estando cuatro niñas comiendo manzanas en la orilla del arroyo de la localidad llamado Tardamasa, donde habían ido para jugar, sucedió algo inesperado.

Margarita, una de las niñas, contempló algo extraño y ante ello quedó absorta, como si hubiera caído en un estado de trance. Sus amigas, asustadas y preocupadas por ella, cayeron en el mismo estado unos minutos más tarde. Cuando volvieron a su estado normal, corrieron la calle abajo y le contaron a sus familiares y vecinos que habían visto a un ángel.

Pasaron unos días y las niñas lo vieron de nuevo, por lo que no dudaron en manifestar aquel testimonio una vez más. Y es que, desde aquel entonces, el ángel se les había presentado, pero nunca se comunicó con ellas hasta el día 1 de julio cuando les habló para anunciarles que la Virgen María se les aparecería al día siguiente. Y así sucedió, el 2 de julio de 1961 la Virgen se presentó como Nuestra Señora de Finibus Terrae y les habló.

Cada vez que la Virgen llamaba a las niñas, éstas caían en éxtasis y los vecinos que se encontraban presentes quedaban asombrados por la forma en la que las niñas caían al suelo e incluso cuando, en ocasiones, las niñas quedaban suspensas en el aire unos centímetros por encima del suelo y cuando caminaban con la cabeza erguida hacia arriba y subían y bajaban de espaldas por caminos empedrados y cubiertos de barro. Además, en el intento de que volvieran en sí, los vecinos eran incapaces de lograrlo intentando moverlas, pues el peso que adquirían era inexplicable.

Con un caso tan extraño, contaron con médicos e investigadores que sometían a las niñas a diversas pruebas, como alumbrarle los ojos con luces e incluso pincharles con agujas, para poder comprobar que las niñas permanecían impasibles ante cualquier cosa.

Llegaron a pensar que lo mejor era separar a las niñas y por ello se llevaron a Badajoz a Margarita, la mayor de todas, ya que sospechaban que podía estar manipulando a las demás. Lo que nadie se esperaba es que, en la ciudad pacense frente a la Iglesia de Santo Domingo, Margarita cayera en éxtasis a la misma vez que las niñas lo hacían en Almendral. Las separaban 37 kilómetros, pero estaban viviendo la misma experiencia: la llamada de la Virgen.

Estas apariciones se prolongaron hasta el año 1965, cuando la entidad celestial se despidió. Fueron cuatro años llenos de anécdotas, situaciones inexplicables y curaciones milagrosas. Entre ellas, la que ocurrió el 18 de julio de 1962 cuando Margarita anunció que la Virgen iba a hacer un milagro, cayendo en éxtasis y sacando un cuchillo de su falda, con el que se hizo un corte profundo en el brazo. Los más escépticos estaban asombrados cuando vieron que sobre éste apareció una Forma Consagrada que curó la herida completamente, como si aquello no hubiera sucedido. La única prueba de aquella herida fue el charco de sangre que permaneció en el suelo, la cual utilizaron para pintarse con ella una cruz en la frente.

Por otra parte, también se cuenta que un día en la Ermita Nuestra Señora de Finibus Terrae de Almendral, originaria del siglo XIV y en donde se encuentra la imagen de la Virgen que da nombre a la misma por ser patrona de dicha localidad, ésta se apareció allí mientras algunos vecinos estaban lavando en el pozo que se encuentra en mitad de la capilla ya que, al no tener agua corriente en las casas para su consumo, tenían que ir allí.

Fuentes: