Tag: leyenda mariana

La Virgen del Soterraño

En Barcarrota se cuenta que a las afueras del pueblo la Virgen se le apareció a un pastor que se encontraba en unos riscos junto a una fuente.

El pastor vio un destello de luz junto a un zarzal y al fijarse bien, se dio cuenta que era la imagen de la Virgen de Soterraño. Al principio creyó que era una muñeca, por lo que la cogió con sus propias manos y se la guardó en el bolsillo para dársela a su hija. Esto no fue posible ya que cuando llegó a su casa, la Virgen había desaparecido y el pastor creyó que la había perdido de camino.

Pasaron unos días y justo en el mismo lugar, el pastor volvió a ver la imagen de la Virgen. Volvió a cogerla y la guardó en su zurrón, cerrando éste para que no se le perdiera de nuevo. Sorprendentemente, la Virgen volvió a desaparecer una vez que el hombre llegó a casa.

Como ya había sucedido dos veces, el pastor no perdió la esperanza y volvió a los riscos esperanzado de volver a encontrarla allí. Una vez pasado el tiempo, mientras estaba remendando una albarca escuchó una voz que decía:

– ¿Qué haces?

El pastor miró y se dio cuenta que esa muñeca tan bonita le estaba hablando.

– Cosiendo una albarca rota ¿Quién eres?

– La Madre de Dios. Y quiero que en este lugar se levante una capilla en mi honor. Y que en recuerdo de este día el pueblo se llame Villanueva de Albarcarrota.

 El pastor incrédulo con lo que estaba sucediendo, contó lo sucedido. A partir de ese momento el pueblo empezó a llamarse Villanueva de Albarcarrota y las gentes del mismo construyeron una capilla y, posteriormente, la iglesia.

Esta leyenda es la más popular y representativa de las leyendas barcarroteñas porque además de ser una leyenda mariana, explica el cambio toponímico de la localidad pasando de ser Villanueva del Víctor a Villanueva de Albarcarrota, que con el paso del tiempo acaba derivando en Barcarrota tal y como se conoce.

Además, también se mezcla con las leyendas naturalistas, en concreto con el viejo culto a las aguas, fuentes, manantiales, ríos y baños.

 

Fuentes:

La Virgen de Finibus Terrae

Son muchas las leyendas marianas que se cuentan de generación en generación. En el caso de Almendral, la Virgen que le da vida es la de Finibus Terrae.

La tarde del 18 de junio de 1961, estando cuatro niñas comiendo manzanas en la orilla del arroyo de la localidad llamado Tardamasa, donde habían ido para jugar, sucedió algo inesperado.

Margarita, una de las niñas, contempló algo extraño y ante ello quedó absorta, como si hubiera caído en un estado de trance. Sus amigas, asustadas y preocupadas por ella, cayeron en el mismo estado unos minutos más tarde. Cuando volvieron a su estado normal, corrieron la calle abajo y le contaron a sus familiares y vecinos que habían visto a un ángel.

Pasaron unos días y las niñas lo vieron de nuevo, por lo que no dudaron en manifestar aquel testimonio una vez más. Y es que, desde aquel entonces, el ángel se les había presentado, pero nunca se comunicó con ellas hasta el día 1 de julio cuando les habló para anunciarles que la Virgen María se les aparecería al día siguiente. Y así sucedió, el 2 de julio de 1961 la Virgen se presentó como Nuestra Señora de Finibus Terrae y les habló.

Cada vez que la Virgen llamaba a las niñas, éstas caían en éxtasis y los vecinos que se encontraban presentes quedaban asombrados por la forma en la que las niñas caían al suelo e incluso cuando, en ocasiones, las niñas quedaban suspensas en el aire unos centímetros por encima del suelo y cuando caminaban con la cabeza erguida hacia arriba y subían y bajaban de espaldas por caminos empedrados y cubiertos de barro. Además, en el intento de que volvieran en sí, los vecinos eran incapaces de lograrlo intentando moverlas, pues el peso que adquirían era inexplicable.

Con un caso tan extraño, contaron con médicos e investigadores que sometían a las niñas a diversas pruebas, como alumbrarle los ojos con luces e incluso pincharles con agujas, para poder comprobar que las niñas permanecían impasibles ante cualquier cosa.

Llegaron a pensar que lo mejor era separar a las niñas y por ello se llevaron a Badajoz a Margarita, la mayor de todas, ya que sospechaban que podía estar manipulando a las demás. Lo que nadie se esperaba es que, en la ciudad pacense frente a la Iglesia de Santo Domingo, Margarita cayera en éxtasis a la misma vez que las niñas lo hacían en Almendral. Las separaban 37 kilómetros, pero estaban viviendo la misma experiencia: la llamada de la Virgen.

Estas apariciones se prolongaron hasta el año 1965, cuando la entidad celestial se despidió. Fueron cuatro años llenos de anécdotas, situaciones inexplicables y curaciones milagrosas. Entre ellas, la que ocurrió el 18 de julio de 1962 cuando Margarita anunció que la Virgen iba a hacer un milagro, cayendo en éxtasis y sacando un cuchillo de su falda, con el que se hizo un corte profundo en el brazo. Los más escépticos estaban asombrados cuando vieron que sobre éste apareció una Forma Consagrada que curó la herida completamente, como si aquello no hubiera sucedido. La única prueba de aquella herida fue el charco de sangre que permaneció en el suelo, la cual utilizaron para pintarse con ella una cruz en la frente.

Por otra parte, también se cuenta que un día en la Ermita Nuestra Señora de Finibus Terrae de Almendral, originaria del siglo XIV y en donde se encuentra la imagen de la Virgen que da nombre a la misma por ser patrona de dicha localidad, ésta se apareció allí mientras algunos vecinos estaban lavando en el pozo que se encuentra en mitad de la capilla ya que, al no tener agua corriente en las casas para su consumo, tenían que ir allí.

Fuentes:

 

La Virgen de las Nieves

Olivenza cuenta con la Ermita de la Virgen de las Nieves, situada en un pequeño cerro a unos cinco kilómetros de la población en la dirección que marca la carretera de Alconchel. La festividad de la Virgen de las Nieves se celebra todos los años el día 5 de agosto y muchos turistas se han interrogado cómo hay allí una Virgen con ese nombre siendo Extremadura una tierra de nieves infrecuentes. La respuesta se pudo obtener gracias a Joaquín, el protagonista de esta historia, que pudo contarla para que quedara claro el testimonio de lo que allí aconteció:

Joaquín era un niño de tez morena, cabello rubio, ojos pequeños pero muy vivos y delgado. No tenía aun siete años y se caracterizaba por ser un niño travieso. Su juego favorito era el escondite.

Él, hijo único de Vicenta y Juan, a pesar de ser un niño inquieto, era obediente y también muy sensible.  Los tres, siendo una familia humilde, vivían en el pueblo en una casa pequeña pero limpia y ordenada.

Una tarde de febrero Vicenta y Juan salieron con la compañía de Joaquín a coger espárragos, tradición y costumbre que tenían sus antecesores desde tiempos inmemoriales.

A pesar de los rayos de sol, había un aire desagradable que enfriaba sus cuerpos. Por ello Joaquín llevaba un chaleco rojo y unos pantalones de pana y Vicenta llevaba un pañuelo en la cabeza.

El niño iba pasos por delante de los padres, dando saltitos. Cuando divisó las matas esparragueras que había alrededor del sendero, se entretuvo a jugar con ellas sin darse cuenta de que, en una parte del sendero antes de llegar a una cuesta, sus padres giraron por un camino a la derecha y cada vez estaba más lejos de sus padres.

Vicenta se dio cuenta de que su hijo no estaba con ellos y empezó a llamar a Joaquín. Gritaba cada vez más alto y a su llantina se unió la de Juan, ambos desesperados por encontrar a su hijo. Se encontraban angustiados y no dejaron de buscar campo adentro preguntándose dónde podía estar su pequeño. Sus voces repitiendo “Joaquín” constantemente era lo único que se escuchaba allí, además de su propio eco y el viento que aumentó su velocidad mientras la niebla comenzó a tomar protagonismo a la caída del sol.

Por su parte, Joaquín se había dado cuenta de que estaba realmente solo en ese inmenso campo y comenzó a llorar en silencio mientras soltaba el manojo de espárragos que había logrado coger. La indecisión de no saber hacia dónde ir y el no saber volver a casa, hizo que se sentara en una pequeña roca que había allí cerca, al lado de un cerro poco prominente.

No había pasado mucho tiempo cuando el niño se dio cuenta de un cambio atmosférico. Ya no había viento y una luz que cada vez era más intensa, invadió un punto en lo alto del cerro. Joaquín no entendía nada, por lo que abrió sus ojos y comenzó a escuchar una música celestial y, a pocos pasos de él y entre la luz ya cegadora, apareció una Señora vestida de blanco con un manto azul. Joaquín se quedó atónito, por lo que no podía ni pestañear y abrió la boca con cara de sorpresa mientras oyó que le decía:

– Soy tu madre del cielo.

La voz y las palabras invadieron a Joaquín de ternura y sensibilidad y por ello inmediatamente se arrodilló ante ella. De nuevo la Señora volvió a hablar, esta vez para decirle:

-Ven.

Ante aquella petición y como un sonámbulo, Joaquín se levantó lentamente, atraído por la voz y la figura de la Señora y comenzó a andar hacia ella. Cuando llegó a su lado, la Señora lo protegió con su manto azul mientras lo abrazaba. El niño, que se quedó sin palabras, sentía un gozo infinito y un calor de nido le recorría todo el cuerpo. Su imaginación infantil, le hizo pensar que estaba en el lecho de plumas de Dª Julia, su maestra de escuela y llegó a pensar con alegría si no estaría ya en el cielo.

Bajo el temor de hacer desaparecer la visión, el niño estaba totalmente inmóvil y comenzó a ver como caían espesos y abundantes copos de nieve. Lo más extraordinario de todo es que a él no le tocaban porque tenía la sensación como si alrededor de su cuerpo hubiera un fuego que los derretía, por lo que Joaquín no sentía nada de frío y el calor que emanaba la figura de la Señora, le hizo dormirse profundamente.

Sus padres, Juan y Vicenta, habían sido acogidos en una huerta de los alrededores por las inclemencias del tiempo. Ya en el amanecer, con las primeras luces del nuevo día, salieron a buscarlo, pero ya no tenían ni fuerzas para gritar su nombre. Con pasos cansados, llegaron a un sitio desde donde se divisaba el cerro en donde el niño había sido testigo de la aparición. Juan logró ver una mancha roja que destacaba de los campos y dijo:

– ¡Es él, es su chaleco rojo! ¡Es Joaquín!

El tono de su voz ya era otro, como de haber resucitado. Ambos fueron corriendo al lugar y encontraron a Joaquín dormido con la cabeza apoyada entre los brazos y su semblante era tan sereno que parecía un ángel. Éste despertó ante la emoción de sus padres por haberlo encontrado y le hicieron miles de preguntas, pero el niño sólo sabía decirles:

– Vi una Señora que me tapó con su manto y me dormí. No tuve frío, de verdad, no tuve frío.

La madre lo cogió en sus brazos, creyendo que estaba delirando y dijo:

– Mira que caliente está. Juan ¿tendrá fiebre? Habrá estado soñando.

El padre lo llevó encima de sus hombros y comenzaron el camino de vuelta al pueblo. De vez en cuando el niño volvía la mirada hacia el cerro de la aparición.

Cuando llegaron al pueblo, las campanas repicaban por la misa que iba a celebrarse. El pueblo estaba sobrecogido porque la estatua de la Virgen no se encontraba en el altar de la iglesia de San Francisco.  Nadie sabía cómo había sucedido, pero la desaparición fue confirmada por el párroco.

Fue al día siguiente cuando una aldeana que venía al pueblo una vez a la semana para hacer la compra, se encontró la estatua de la Virgen desaparecida justamente en el sitio donde Joaquín había sido encontrado y recogido por sus padres.

La leyenda de la Virgen de las Nieves, al igual que otras de una índole parecida, representa la protección de la Virgen hacia todo el pueblo devoto, a sus hijos creyentes.

Junto a su manto protector, esta leyenda también aporta la justificación de la existencia de un santuario-ermita y la extensión de un culto devocional a la imagen de la Virgen.

Además, la Virgen de las Nieves se encuentra dentro de ese grupo categorizado como “damas blancas”, siendo considerada como un símbolo religioso de algunas poblaciones extremeñas y como un ser relacionado con la pureza.

04. Abril. Comunicado anv copia

Nota informativa sobre la aparición de la Virgen de las Nieves (1954). Fotografía del Museo Etnográfico Extremeño González Santana de Olivenza.

Fuentes:

  • La Virgen de las Nieves de Olivenza. Leyendas de Extremadura, 2018 http://www.leyendasextremadura.es
  • La Virgen de las Nieves. Museo de Olivenza https://museodeolivenza.com
  • Martos Núñez, Eloy (1995). Álbum de cuentos y leyendas tradicionas de Extremadura (Volumen I); Págs. 213-215 https://issuu.com
  • Álvaro Rubio, Joaquín; Pérez Guedejo, José Joaquín (1999). Leyendas, milagros y tradiciones de la Comarca de Olivenza; Pags. 39- 45.
  • López Rodríguez, Pedro Manuel. Introducción a la Mitología Extremeña. Un estado de la cuestión; Pág. 282
  • Fotografía de portada: https://www.facebook.com