Los Marochos
Según cuentan los más mayores de Barcarrota, antiguamente se celebraba en la localidad una fiesta con mucha magia. Se desconoce el origen de la misma, aunque en la revista de la Feria de Barcarrota del año 1984, el vecino Juan González Benegas hacía referencia a un párrafo escrito por Isabel Gallardo de Álvarez en 1942 en la Revista de Estudios Extremeños, que decía:
«Había la costumbre de hacer «estrambólicos» muñecos de paja, que vestían grotescamente y llamaban «marochos» pero formaban pareja de hombre y mujer; llevaban además el nombre particular de Juan y María. La víspera de San Juan, por la noche, hacían en las calles hogueras y sentaban a los muñecos uno junto a otro cada uno en un sillón; cantándole la chiquillería cantares de la época y los viejos contaban cuentos, estándose entretenidos hasta las doce de la noche. Entonces los mozuelos sacaban a los muñecos de procesión por las calles y una vez recorridas todas las del pueblo arrojaban los muñecos a la hoguera y los quemaban».
Con el tiempo, esta fiesta se perdió, pero gracias al esfuerzo de la Cofradía de los Marochos, volvió a celebrarse en 1996 y tuvo una gran acogida por parte de los vecinos de Barcarrota.
Para la elaboración de los Marochos, participaban muchos socios de la Cofradía bautizada con el mismo nombre de estas fiestas, cuyos fines se basaban en recuperar y mantener las Fiestas, Tradiciones y Costumbres Populares de Barcarrota. Estos, previamente a la celebración de Los Marochos, se reunían para proponer ideas a realizar en la fiesta de cada año, aunque respetando la base del Programa Tipo, redactado por Isabel Gallardo de Álvarez.
Dicho programa aunaba la variedad de actividades que se realizan desde por la mañana hasta la noche de ese 23 de junio. Entre ellas, tenían lugar los juegos tradicionales para los más pequeños de la localidad y el concurso gastronómico en donde se premiaba al plato más bueno y original. Ya por la noche, a partir de las 23:00 p.m., quedaba constancia de que empezaba la fiesta de los Marochos con el pregón y en la que participaba la Banda de Música para ambientarla.
Para poner en contexto, y como bien explicaba Isabel Gallardo, los Marochos (también conocidos como peleles), eran unos muñecos de trapo que representaban a un hombre llamado Juan y una mujer llamada María. Algo que no todo el mundo sabe es que eran un tanto laboriosos de hacer. En primer lugar, se solía montar el “esqueleto” de cada muñeco con madera de diferentes grosores y para conseguir la forma de los brazos y las piernas, la madera se moldeaba utilizando para ello una sierra y, para unirlas al tronco, utilizaban alambres y puntas.
Al ser de madera, los muñecos tenían un peso considerable al cual se le añadía el de las telas gruesas con las que se les forraba para darle volumen y la ropa con la que los vestían, hecha con tejidos resistentes y de colores lisos, con la finalidad de darle más realismo a las figuras. Además, éstas eran forradas de paja para que ardieran más durante la quema y también estaban complementadas con pañuelos, sombreros y botones, entre otras cosas.
Una vez listo el cuerpo, se les colocaban las cabezas sujetadas por un tubo de aproximadamente 10 centímetros de diámetro y 80 centímetros de altura, cuya base solía ser una especie de aspa con tornillos roscados (conocidos popularmente como tornillo espárrago) para que pudieran estar sujetos a los asientos de los sillones donde se los colocaban.
Para finalizar, se comprobaba si se podían mover ágilmente y si era así, estaban listos para ser los protagonistas de la fiesta.
Los Marochos eran portados por un grupo de jóvenes y los llevaban a la Plaza del Altozano, en donde los atornillaban a los respectivos sillones donde se les sentaba uno enfrente del otro, alrededor de la fuente.
Mientras, los vecinos más longevos reunían a los más jóvenes en corros alrededor de los Marochos y les contaban leyendas e historias sorprendentes, algunas de estas protagonizadas por dichos personajes.
Allí mismo, también actuaba un grupo folclórico que cantaba y bailaba tradicionales canciones, se repartían dulces (flores, jergones, etc.), caramelos y vinos artesanos a todos los presentes y se realizaba la entrega de premios de concursos (gastronómico, de dibujo, poesía…) que la Cofradía Los Marochos había propuesto con anterioridad, así como la elección del Marocho de Oro.
Cuando llegaban las 12 de la noche, siendo ya día 24 de junio y por lo tanto San Juan, los mozos sacaban a los Marochos de procesión por las calles de Barcarrota, iluminadas éstas por las candelas encendidas. Durante el recorrido, los vecinos cantaban y bailaban junto al grupo folclórico hasta que, una vez recorrido todo el pueblo, los barcarroteños se colocaban alrededor de la hoguera a la que se lanzaban a los Marochos izados al mástil y se les echaba alcohol para facilitar su quema, dando así por finalizada la fiesta.
Actualmente y desde hace ya bastantes años no se festeja esta fiesta heredada del antepasado barcarroteño, suponiendo así una pérdida de una parte muy importante del Patrimonio Inmaterial de la localidad.
Fuentes:
- Pérez González, Francisco Joaquín (1998). Barcarrota, un lugar de leyendas; Págs. 11-12. http://archivodigitalbarcarrota.es
- Pérez González, Francisco Joaquín. A cuento del Patrimonio Cultural de los Llanos; Págs. 238-241.
- Fiesta de los Marochos. Francisco Joaquín Pérez González, 1999 http://archivodigitalbarcarrota.es
- Fotografía de la portada: https://archivodigitalbarcarrota.es