Los siete cabritillos
Cuento tomado de Arte verbal urbano: Apoximación etnográfica a los cuentos populares extremeños en la ciudad de Badajoz de Pedro Montero:
Esto era una vez una cabrita que tenía siete cabritillos. Y se iba todos los días a trabajar al campo. Y quedaba los siete cabritillos en casa, y fechao por si venía en lobo.
Y un día dijo la madre:
-No le abráis la puerta a nadie hasta que no veáis que soy yo, que traigo las patitas blancas. Porque el lobo ya sabéis que las tiene negras.
-No, madre.
-Asín, que ya sabéis, que me voy a trabajá.
Con que se va la madre al campo y quedó los siete cabritillos en casa.
Y viene el lobo, pega, y dice:
-¡Abrid, hijas mías, que soy vuestra madre!
-¡A vé, enséñanos la patita por debajo de la puerta!
Con que le enseña las patas, y como las tenía negra, dice:
-¡Tú no eres nuestra madre, tú no eres nuestra madre, que mi madre tiene las patitas blancas y tú las tienes negras!
Con que el lobo se calló y se fue. Y se va a una fábrica de harina. Y mete las patas en la harina. Y las trae otra vez blancas las patas. Vuelve a pegar. ¡Pam, pam! Dice:
-¿Quién?
¡Abridme, hijas mías, que soy vuestra madre! ¡Abridme, que soy vuestra madre!
-A vé, enséñanos las patitas, que mi madre tenía las patitas blancas.
Con que le enseña las patas y las tenía blancas.
-¡Ah, sí, sí, sí! ¡Es mamá, es mamá!
Abren la puerta y era el lobo.
-¡Auun, aunnn, aunnn….!
Y se comió a los cabrititos. Pero el más chiquinino se metió en el reloj, en el despetador.
Y, total, que el lobo, pues, harto de carne, se durmió. Viene la madre.
-¡Abridme hijos míos, abridme!
Y no le contesta nadie.
Y llega ya la madre, empuja la puerta y ve que no hay nadie. Y el chiquinino estaba metido en el reloj. Y empezó:
-¡Mamá!, ¡mamá!, ¡mamá! ¡Ha venido el lobo y se ha comido a todos los hermanos!
Total, que llega la madre y estaba el lobo dormido. Lo arrastraron por las patas hasta un pozo, le rajaron la barriga y le sacaron los siete cabritillos.
Salieron los siete cabritillos, le metió la madre piedras en la barriga al lobo, lo echó al pozo para que se ahogara y no volviera más a comerse los cabritillos.
Y entonces lo echaron al pozo, salieron los siete cabritillos andando, se fueron pa su casa contentos y se ahogó el lobo. Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
Fuente:
- Montero Montero, Pedro (1990). Arte verbal urbano: Apoximación etnográfica a los cuentos populares extremeños en la ciudad de Badajoz. En: Revista Folklore. Nº113. ISSN 0211-1810. http://media.cervantesvirtual.com/jdiaz/rf113.pdf
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