La Flor de la Lilá
Este cuento ha sido recopilado de la publicación Los cuentos populares extremeños en la escuela de Pedro Montero.
Este cuento ha sido recopilado de la publicación Los cuentos populares extremeños en la escuela de Pedro Montero.
Algunos lustros posteriores a la conquista del Reino Moro de Badajoz, el monarca cristiano comenzó a notar que no marchaban las cosas muy acordes por estas tierras extremas.
Cuentan los viejos papiros que cuando la argamasa que fija los bloques de la fortaleza aún no se encontraba fraguada del todo, habitaba una humilde casita junto a la Alcazaba un honrado y trabajador mozárabe, de nombre maese Rodrigo, y cerrajero de oficio.
En el Hospital Materno Infantil de Badajoz aún se habla en voz baja de la monja fantasma de hábito blanco a la que su muerte no le impide seguir haciendo rondas, y aún trabaja en el Hospital Perpetuo Socorro la enfermera a la que, hace más de veinte años y después de haber dado a luz, visitó una medianoche en su habitación ofreciéndole pastillas para el dolor.
La escuela Virgen de Guadalupe fue anteriormente centro de internamiento en el cual se dice que falleció un niño en extrañas circunstancias. A raíz de esto nació la leyenda de que la habitación donde murió está maldita y su fantasma se manifiesta.
Ubicado bajo el puente que une los regatos Rivillas y Calamón encontramos los restos de un antiguo molino abandonado conocido popularmente como “el molino de la Tarasca”, llamado así debido a la creencia de que una especie de monstruo habitaba en sus alrededores, acechando a los aldeanos tras las noches de tormenta.
Donde actualmente se levanta el parque de Castelar en Badajoz, años atrás se encontraba situada la Plaza de San Vicente. En una vivienda situada en el número 24 de dicha plaza, en mayo del año 1901, comenzaron a sucederse una serie de extraños fenómenos.
Hace ya bastante tiempo, cuando Badajoz no era más que una pequeña localidad fronteriza ocurrió un siniestro suceso que dejó perplejos a los habitantes de este municipio.
En el siglo XIX, en Badajoz, vivía un rico matrimonio con su bella hija, Leonor. La familia acostumbraba a pasear todas las noches en carruaje junto al río Guadiana.
Una noche, que Leonor no montó en el carruaje, se produjo un terrible accidente, el conductor del coche de caballos se durmió y todos cayeron al río falleciendo ahogados.
Badajoz es tierra de orfebres y ceramistas, de artesanos de la madera y de la forja. En la provincia pacense también podemos encontrar técnicas sobre la elaboración de bordados y trabajos de cestería, todos ellos realizados mediante procesos tradicionales que se han ido heredando de padres a hijos durante siglos.
La herencia recogida sobre los trabajos artesanales de Badajoz capital y su provincia se fundamentan en los alfareros árabes, las maderas orientales y las fraguas prerromanas, entre otros.
Las técnicas artesanales y trabajos que siguen persistiendo en la ciudad de Badajoz y en los pueblos de la provincia, entre otros son :
La cerámica de Badajoz destaca por los barros rojos al igual que en el resto de la comunidad. Antiguamente existieron muchos alfareros en el territorio extremeño desde los inicios de esta destreza artesana. Los alfareros tradicionales pacenses han trabajado desde sus comienzos con el barro característico de la zona, el cual “bruñían” y realizaban dibujos con temas vegetales sobre las piezas. Para ello utilizaban una piedra del río Guadiana que mojaban con saliva. Con esta técnica se decoraban piezas para el agua como botijos, cántaros, etc.
A pesar de la decadencia que sufre actualmente el mundo de la artesanía tradicional, se siguen empleando algunas técnicas de antaño tanto en la ciudad de Badajoz como en algunos pueblos de la provincia, como Salvatierra de los Barros, que continúan con el oficio de sus antepasados para la elaboración de los productos.
Fuentes:
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